Las cifras de la tragedia causada en Myanmar por el ciclón Nargis aumentan día a día de forma exponencial. La televisión estatal MRTV, controlada por la Junta militar que gobierna la antigua Birmania desde hace 46 años, ha informado de que son ya más de 22.000 los muertos y 41.000 los desaparecidos por el azote de la enorme tormenta este fin de semana.
El Nargis se cebó especialmente en la zona arrocera del delta del Irrawaddy, una vez conocido como el tazón de arroz de Asia, cuando Birmania era el mayor exportador del mundo de este cereal.
La Junta Militar que gobierna el país ha aceptado la ayuda humanitaria internacional que difícilmente llega a la población más afectada.
El ministro de Exteriores Nyan Win, ofrecía esta misma madrugada un balance de 15.000 muertos y 30.000 desaparecidos. No descartaba, como no se descarta ahora, que la cifra pueda seguir aumentando. Según Nin, sólo en la ciudad de Bogalay son 10.000 los muertos. Las fotos de satélite muestran que las zonas más afectadas están casi completamente bajo el agua, debido a la crecida de las aguas que provocó el ciclón en la costa oeste del país.
“Hubo más muertes por la crecida de la marea que por la propia tormenta”, ha declarado el ministro de Protección Social, Maung Maung Swe, desde Yangon (la antigua Rangún, capital del país, también muy afectada por el ciclón y donde empieza a escasear la comida y el agua. “La ola tenía hasta 12 pies (3,5 metros) de altura y barrió e inundó la mitad de las casas de los pueblos más bajos”. “No tenían dónde huir”, ha dicho.
Hay cientos de miles de personas que han perdido sus hogares, según la ONU, además de que muchos de los desaparecidos pueden haber muertos. Los alimentos y el agua empiezan a escasear y las epidemias pueden emerger en cualquier momento. Además, comienzan las críticas de la población al régimen militar. “El régimen ha perdido una oportunidad de oro para ganarse el corazón de la gente al no enviar a los soldados en cuanto cesó la tormenta”, ha declarado un funcionario a la agencia Reuters. “¿Dónde están los soldados?”, se pregunta.
En Yangon, la ciudad más importante del país, con cinco millones de habitantes, ya hay colas de gente para adquirir agua embotellada y todavía hay grandes zonas sin luz. Los precios de la comida, el combustible y los materiales de construcción se han disparado. Las pilas y velas se han agotado en las tiendas. En la antigua capital, el servicio de Internet está cortado desde el viernes, apenas funcionan los teléfonos y los residentes luchan por salvar sus propiedades en agua que les llega por las rodillas. La situación en las áreas más afectadas es mucho peor, y ni siquiera se ha podido acceder a ellas.
La población en las zonas afectadas vive desde hace tres días sin suministro de agua y de electricidad y los precios de los artículos básicos se han disparado debido a la escasez y la especulación. En la antigua capital, el servicio de Internet está cortado desde el viernes, apenas funcionan los teléfonos y los residentes luchan por salvar sus propiedades en agua que les llega por las rodillas.
El ministro de Información, Kyaw Hsan, dice que el ejército, encargado de las labores de emergencia, “hace lo que puede”. La situación es de tal envergadura que el régimen, uno de los más cerrados del mundo, ha aceptado la ayuda internacional, aunque dificulta su reparto por la estricta normativa sobre el movimiento de extranjeros. Además, ha pospuesto en las zonas más afectadas el referéndum sobre la nueva Constitución previsto para el sábado.
La catástrofe causada por el Nargis es la peor tragedia vivida en Asia desde el tsunami que arrasó varios países del sureste asiático en diciembre de 2004. Además, es el ciclón más mortífero en el continente desde que otro en 1991 dejara 143.000 muertos en Bangladesh.