El ex congresista Óscar Tulio Lizcano, visiblemente recuperado, afeitado y coherente es sus respuestas, ofreció una rueda de prensa en la que habló de su experiencia como secuestrado, del futuro de los que permanecen en poder de la guerrilla, del acuerdo humanitario y de la situación del guerrillero Wilson Bueno López, alias Isaza, quien lo ayudó a fugarse de las Farc y al que promete no abandonar.
Lizcano aseguró que se unirá a los demás ex secuestrados, como Ingrid Betancourt y Luis Eladio Pérez, entre otros, para alcanzar un acuerdo humanitario que permita la liberación de sus compañeros en cautiverio. Les pidió a los demás liberados, al Gobierno y al país, unirse para ayudar para la liberación de los otros secuestrados
«Lucharé por el acuerdo humanitario, debemos intentar buscar salidas para que a las demás personas también se les acabe el infierno del secuestro», manifestó Lizcano.
Agradeció de nuevo al presidente Uribe por la liberación de su hijo Juan Carlos, «pues estaba seguro de que la guerrilla cobraba la extorsión, pero lo asesinaban, pues vivió situaciones similares con amigos en Quinchía (Risaralda)».
La fuga
«Un día le pedí un favor (a Isaza) y no me lo hizo. Dijo que jugáramos ajedrez y ahí me dio a conocer la posibilidad de salir. Viejo, prepárese sicológicamente que lo voy a sacar. ¿’Usted aguanta?’, le dije que sí».
Añadió que le expresó que tuviese cuidado con pisar una rama.
«Salimos al camino y me explicó que tuviera cuidado que íbamos a pasar un anillo de 40 guerrilleros. Cuando pasamos el río me dijo que no fuera a pisar las piedras mojadas porque dejaba la huella ahí. Me metí por el agua, caí en un charco hondo. Salimos y me felicitó.
Unos perros ladraban, la sudadera se me enredó en un alambrado e Isaza limpió para no dejar huellas.
La primera noche la pasamos sin comer nada. Llevaba solo una bolsita de frutiño. En la segunda noche sentí el cansancio, empecé a caer. Eñ me animó diciendo que le hiciera que iba a ver a Martica (la esposa).
Vimos pasar 35 guerrilleros buscándonos. Los despitamos cogiendo otra ruta, caño arriba. Donde él ponía el pie, yo también lo ponía para dejar una sola huella.
EL tercer día cuerpo no me respondía. LLegamos a una casa, a las 4:00 a.m.. Me dio mucha sed, pero Isaza me dijo que era mejor salvar la vida que tomar agua.
En una hoja hizo una especie de vaso y me preparó el frutiño de limón. No me podía dejar ver de la sociedad civil, pues los milicianos tienen radio y podían avisar.
Pasamos la trocha y vi el campamento militar. Le expresé, usted es amigo para siempre, me salvó la vida. Me abrazó y me dijo ‘Viejo, estamos acariciando la libertad».
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