Los campeones entre los campeones de los seis continentes se las verán a partir de hoy en Japón en la lucha por el Mundial de Clubes en una edición en la que el Machester United brilla en solitario como máximo favorito para la victoria.
El equipo inglés es el único con peso histórico que ha llegado este año hasta Japón a falta de otros grandes nombres internacionales habituales del campeonato y querrá aprovechar la oportunidad para revalidar el título que logró en 1999.
Pero el resto de campeones continentales tratará de demostrar que el fútbol europeo no está a un nivel inalcanzable.
El equipo del flamante Balón de Oro, Cristiano Ronaldo, estará acompañado en la lucha por la corona mundial del fútbol por el Al Ahly egipcio, campeón de África; el Waitakere neozelandés, campeón de Oceanía; el australiano Adelaide United, subcampeón de Asia; el japonés Gamba Osaka, campeón de Asia; Pachuca de México, campeón de la CONCACAF; y el Liga de Quito, campeón de la Copa Libertadores.
Como todos los años, la lucha es doble.
En primer lugar, la batalla intercontinental por lograr añadir a la vitrina propia un título que si bien no tiene el renombre de otros, aporta la legitimidad de ungir al equipo ganador con la corona futbolística mundial.
En segundo lugar vienen las prebendas asociadas a esa corona: la extensión de la marca propia en los jugosos mercados mundiales, en especial los asiáticos, un fenómeno que convierte la fama en dinero no sólo en forma de camisetas, sino también a través de la venta de derechos de retransmisión.
Los clubes ingleses como el United, que desde hace unos años libran una encarnizada batalla por la primacía económica en el mercado del fútbol, son plenamente conscientes de la importancia de este campeonato, especialmente en tiempos de crisis.
El principal escollo de los de Ronaldo en su camino hasta la final de Yokohama lo encarnará la representación latinoamericana.
El Pachuca mexicano, un desconocido todavía en los teatros con solera del fútbol internacional, ha llegado a Japón con la lección aprendida de la derrota a las primeras de cambio el año pasado.
El propio preparador de los mexicanos, Enrique Meza, anunció ayer mismo que el equipo, que se volvió a ganar el billete para Japón con su segunda victoria consecutiva en la CONCACAF, afronta el campeonato con “la mente puesta en llegar a la final del torneo”.
El proyecto de internacionalización que los directivos de este club pusieron en marcha con su ascenso a primera en la temporada 97/98 quizá estaba demasiado verde el año pasado para enfrentarse a equipos de empaque acostumbrados a estas batallas.
Pero el sábado los mexicanos tratarán de ganar a los egipcios del Al Ahly y lograr un billete para el partido contra el Liga de Quito dentro de una semana.
Los ecuatorianos, embozados en su falta de fama internacional, confían en revalidar la sorpresa que dieron este año en la Copa Libertadores contra el Fluminense brasileño.
No en vano, los Albos dejaron en la estacada para hacerse con el campeonato suramericano a equipos con el peso y el dinero del propio Fluminense, el Estudiantes y el San Lorenzo argentinos, o el América mexicano.
Con muchas menos posibilidades pero con igual ilusión están los representantes de los continentes menores en el mundo del fútbol, Asia y África.
Sus posibilidades son mínimas pero el reto de derribar al Goliat europeo es una motivación que los ingleses del Manchester no deberían infravalorar.
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