Diez meses después de su muerte en las selvas del Guaviare, el diario La Nación reveló el secreto mejor guardado de las Farc: el sepelio de Manuel Marulanda Vélez, ‘Tirofijo’, el legendario fundador de la organización guerrillera más vieja del mundo.
Una joven que desertó de sus filas, entregó en primicia la primera evidencia real y los detalles de la ceremonia fúnebre. También el traslado dispendioso hasta una zona selvática entre Alto Pato (Caquetá) y Guayabero (Meta) donde fue sepultado. Además, el legado de guerra que impartió ‘Tirofijo’, días antes de su fallecimiento en las manos de ‘Sandra’, su compañera de toda la vida.
Un mes antes de su fallecimiento, el legendario jefe de las Farc, Manuel Marulanda Vélez, (‘Tirofijo’) pronosticó su muerte.
Y dos días después, la muerte de ‘Iván Ríos’, comandante del Bloque Central de las Farc y el más joven de los miembros de la cúpula de la organización insurgente.
Marulanda, el seudónimo que tomó de un líder sindical asesinado, padecía serios quebrantos de salud propios de su edad, 80 años. Los intensos operativos militares, que sucedieron tras el ataque al campamento de Reyes, aceleraron sus dolencias.
“Sudaba constante, sus pulsaciones eran aceleradas y los ataques cardíacos eran continuos.
Las medicinas no le hacían provecho”, relató una joven guerrillera que desertó hace cuatro semanas y reveló a LA NACIÓN, el secreto mejor guardado de las Farc.
Desde entonces, presintiendo que sus días estaban contados, decidió impartir las últimas directrices. Pero también las órdenes para intensificar las acciones militares, como quedó consignado en la última carta que dirigió el 21 de marzo a todos los frentes.
Estaba aislado
Pero no era fácil. Los sistemas de comunicación no eran utilizados por temor a ser interceptados, como ocurrió con los otros jefes subversivos que habían sido abatidos.
En los últimos días de su vida, Marulanda, estuvo aislado de la tropa.
“No podía comunicarse con sus comandantes y el Ejército nos pisaba los talones”, contó Anayibe*, una desmovilizada del Bloque Oriental de las Farc, que logró obtener la información tras sostener una relación sentimental durante dos años con uno de los comandantes y hombre de confianza del jefe guerrillero. LA NACIÓN, después de una intensa búsqueda la localizó y obtuvo su testimonio.
‘Tirofijo’, en medio de las operaciones militares, permanecía en una espesa zona selvática en el Guaviare.
El fallecimiento
El día de la muerte, el 26 de marzo de 2008, Marulanda falleció en los brazos de ‘Sandra’, su compañera sentimental, en presencia de varios s integrantes del Secretariado de las Farc.
‘Sandra’, de unos 45 años, de larga cabellera azabache, brazos fuertes y ojos cansados había sido su principal soporte. Ella le lavaba los pies, le cocinaba pollo y le preparaba sagradamente el jugo de naranja.
Alfonso Cano, ideólogo y hoy comandante máximo de la guerrilla, lo acompañó hasta el último momento.
Hora final
“Eran las nueve de la mañana cuando el “camarada Manuel” se desvaneció. ‘Sandra’ su eterna compañera lloraba. Algunas guerrilleras también lo sintieron”, relató Anayibe, quien presenció la muerte del líder insurgente. La joven, de 27 años, estaba al lado de su novio, quien hacía parte del esquema de seguridad de ‘Tirofijo’ desde un mes antes del fallecimiento. La joven localizada por LA NACIÓN, se desempeñaba como radio-operadora.
Su cara quedó pálida, desgastada y con una cicatriz similar a una cortada que atraviesa su mejilla derecha.
“El camarada Manuel quedó hinchado, tenía el cabello largo. Su cabeza quedó sostenida de una toalla azul con una franja blanca. Sus brazos permanecían cruzados sobre su estómago y su cuerpo fue vestido con un camuflado americano nuevo”. El uniforme, similar a los que usan los miembros del Ejército, era más grande.
“No era de su talla, pero no encontramos otro igual. Por eso el uniforme aparece arremangado”, aseguró la joven guerrillera que desertó de la guerrilla, en San Vicente del Caguán, Caquetá.
El ataúd
Una improvisada cama construida en guadua y un colchón sirvieron de cofre mortuorio, ubicado en el centro de un campamento cubierto por la maleza. Las condiciones topográficas impedían movilización de aeronaves. El lugar era más que seguro, dice la testigo.
El cadáver permaneció dos días acostado sobre un cajón construido en madera y forrado con un lienzo de color café como un improvisaba ataúd.
Al lado del cadáver, según la fotografía, tomada por uno de los hombres de confianza, aparecen otros guerrilleros que fueron llegando al sitio al confirmarse la noticia.
Y para demostrarlo, suministró la fotografía, el único testimonio que confirma su deceso. El documento gráfico fue adquirido en primicia por LA NACIÓN.
El reto, ahora era cumplir su último deseo. ‘Tirofijo’ quería morir, en su histórico bastión, entre Alto Pato (Caquetá) y Guayabero (Meta), donde había iniciado, 44 años atrás su vida guerrillera.
Difícil traslado
El desplazamiento fue tortuoso. El féretro improvisado estaba protegido por tres anillos de seguridad, integrado por 250 hombres. El ataúd fue desplazado en medio de una espesa selva que comunica al Guaviare con el Meta. El recorrido tardó dos semanas y se hizo en total silencio. Todos los miembros del Secretariado, mantenían el secreto. La instrucción era ocultarlo hasta cuando se definiera la sucesión del mando. La idea, según el relato era buscar un lugar seguro, rendirle los honores del caso y sepultarlo en total sigilo.
Las exequias
Al entierro, solo los asistieron los jefes. Los anillos de seguridad alejaron a todo el mundo.
“Esa era la orden. No aceptaban la presencia de guerrilleros rasos. Aislaron la zona para evitar la llegada de milicianos que pudieran conocer el lugar exacto de la tumba”, indicó la joven desertora.
Jorge Briceño, o el “Mono Jojoy”, jefe operativo de las Farc, encabezó el entierro. Sus hombres de confianza también. “Aldineber”, comandante del Bloque Oriental de las Farc; “Kokorico”, jefe de seguridad y Oscar Montero, alias “El Paisa”, comandante de la columna Teófilo Forero estuvieron presentes en el funeral.
“También estaban “Romaña”, Camilo Tabaco, y “John 40”, jefe de finanzas de las Farc también presenciaron la partida. Los invitados eran pocos, no pasaban de 15 personas”, relató la única testigo que develó el secreto mejor guardado de las Farc.
Un corto ritual
El funeral fue sencillo porque el ritual se hizo corto. Y también fue secreto. Entonaron el himno de las Farc, unas consignas repetidas en coro por los asistentes, enmarcaron la despedida del guerrillero más viejo del mundo. “No podían dar papaya y despertar curiosidad”, contó Anayibe, quien junto a 15 mujeres no pudieron asistir al sepelio. “Nos quedamos a los alrededores cuidando. No conozco el lugar exacto donde quedó don Manuel”, concluye.
Sin embargo, LA NACIÓN conoció que el cuerpo de Marulanda, fue sepultado, como él lo había pedido, en los límites del río Pato y el Guayabero, el enclave histórico entre Caquetá y Meta.
“Conocemos que está enterrado a orillas del río. No se lo llevaron para Venezuela, como se dijo en su momento”, reveló una fuente de inteligencia militar, que conoció la fotografía adquirida por LA NACIÓN. La información coincide con la versión de la joven desmovilizada.
Ese día, las Farc se llenaron de luto. Gran parte de guerrilleros de su esquema de seguridad comenzaron a dudar del futuro del grupo insurgente. No obstante, en medio del pesar, guardaban silencio. Dos semanas después comenzaron las desmovilizaciones.
El “Mono Jojoy”, siguiendo las últimas instrucciones de Marulanda, tomó correctivos y reestructuró los frentes de las Farc en el Meta, Guaviare y Huila.
Tomado del diario La Nación
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