Mientras el Estado mexicano de Nuevo León aún se recupera de la muerte este jueves del alcalde del pueblo Doctor González, saltaba la noticia de un nuevo intento de asesinato. Ricardo Solis, recientemente elegido como el alcalde de la pequeña municipio Gran Morelos (al norte del Estado de Chihuahua), está herido de gravedad tras recibir varios disparos en la cabeza y en el pecho. El segundo ataque a un regidor mexicano en menos de 24 horas.
Doctor González es un pueblo chico situado en un infierno grande llamado Nuevo León. Hace tres años que a un puñado de sus policías municipales se los llevó el Ejército mexicano, acusados de estar al servicio de los criminales. Pero eso fue en 2007, desde entonces ni quién recordara a Gonzalitos, como también se conoce a ese municipio. Hasta el jueves, cuando a la medianoche el rumor se confirmó: mataron a otro alcalde, al segundo en ese Estado y el cuarto en el país en cinco semanas, el décimo en México en lo que va de año.
Se llamaba Prisciliano Rodríguez Salinas y en noviembre cumplía un año como edil de Doctor González, a menos de 50 kilómetros de Monterrey, la capital industrial de México. En las fotos, Prisciliano luce un bigote estilo Pancho Villa y una sonrisa regordeta, de esas que han hecho famosos a los norteños de México. Era priísta y tenía 53 años. El jueves, tras salir de su finca de campo, a bordo de su Ford todoterreno y junto con su empleado Eliseo López Riojas, unos desconocidos lo mataron a balazos. En los alrededores se hallaron 19 casquillos percutidos de dos armas diferentes. Lo demás, es decir, el porqué de este nuevo asesinato, es todavía polvo, como el del terregal donde quedó muerto Prisciliano, según se ve en la foto que de los hechos circuló en Internet, tirado, con los brazos abiertos, la camisa roja, los pantalones oscuros, las botas vaqueras. Ahí quedó, a espera de justicia, mientras las previsibles condolencias llegaban, al amanecer del viernes: la Presidencia, la Secretaría de Gobernación, el gobernador del Estado de Nuevo León… Todos lamentan la muerte del presidente municipal.
El procurador del Estado de Nuevo León no cree que haya sido un comando armado el que asesinó a Rodríguez y a su empleado. Tampoco está seguro de que este doble homicidio deba ser cargado a la abultada cuenta de atrocidades cometidas por esa entidad multifacética denominada “crimen organizado”. Como no hay reportes de amenazas hacia don Prisciliano, ni antecedentes frescos de actividad criminal en Doctor González, el fiscal Alejandro Garza tiene un rompecabezas que aún no sabe por dónde comenzar a armar.
Doctor González está en una zona caliente: el municipio vecino es General Treviño, colindante a su vez con Tamaulipas, orto de los Estados más violentos del país. En dos sucesos ocurridos en este mes, 49 presuntos sicarios fueron abatidos.
Además, Prisciliano Rodríguez es el segundo alcalde, y el primero de su partido, que le tocará enterrar al gobernador Rodrigo Medina, en el poder desde octubre de 2009. El pasado 18 de agosto, el panista Edelmiro Cavazos, joven edil del municipio de Santiago, fue secuestrado y asesinado por un grupo criminal que incluyó a sus propios policías. Peor será para las autoridades federales. Este es el cuarto alcalde, hubo otro en Tamaulipas y uno más en San Luis Potosí, asesinado en los últimos 40 días. Con un tono entre premonitorio y tardío, el Senado aprobó el jueves un acuerdo para solicitar “mayor apoyo” a los regidores de las zonas donde “la violencia de la delincuencia organizada se ha intensificado”. El llamado llega después de la muerte de los 10 presidentes municipales que han sido asesinados en el país.
Nuevo León fue un día imagen de pujanza y orgullo empresarial. Los grandes consorcios del mundo lo tienen en el mapa por su acero, su cemento, su vidrio, su cervecera. Hoy, junto con la imagen de un nuevo alcalde asesinado, una regia, como se llama a los oriundos de Monterrey, relata lo que se encontró hace una semana, tras 100 días de no visitar su tierra. “Hay un nuevo código de etiqueta: solo se puede hablar durante 10 minutos de historias de terror. Como la de unas chicas secuestradas a las que cortaron los pezones. Como la del médico que fue quemado con un soplete en las piernas, para que revelara la ubicación de escrituras de sus propiedades… y de sus familiares. En el aeropuerto, me encontré a un conocido que tiene una empresa de seguridad. Me dijo que le reportan por lo menos un secuestro al día. ‘Ya no quiero contestar el teléfono, te lo juro'”.