En un último intento para rescatar el renqueante proceso de paz, Barack Obama está ejerciendo una presión sin precedentes sobre los líderes israelíes y palestinos. Las negociaciones directas -reanudadas en Washington el pasado 2 de septiembre- están a punto de estrellarse ante su primer y gran obstáculo: el fin de la congelación de la construcción en las colonias judías en Cisjordania.
La decisión del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de no prorrogarla está a punto de provocar el abandono del presidente palestino, Abu Mazen, que espera la reunión de la OLP y posteriormente de la Liga Árabe para anunciar su decisión final. Mientras, los mediadores estadounidenses-apoyados hoy en Jerusalén y Ramala por la Alta Representante de la Unión Europea, Catherine Ashton- siguen intentando evitar la fractura.
A cambio de dos meses de prórroga de la congelación, Obama le ha ofrecido a Netanyahu una lista muy valiosa de incentivos: más ayuda militar (misiles y sofisticados cazas de combate), colaboración más estrecha en el sistema de satélites y apoyo al despliegue temporal de tropas israelíes en la frontera oriental tras la eventual creación del Estado palestino.
Un ‘no’ de Netanyahu -por motivos más políticos que ideológicos- tendrá consecuencias muy negativas para Israel. El presidente de EEUU levantaría su veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ante una resolución para la creación unilateral de un Estado palestino. También apoyaría la exigencia palestina de negociar basándonse en las fronteras de 1967. Israel se sentiría solo ante el mundo.
El ‘gran culpable’
En su primera respuesta, Netanyahu ya ha dicho ‘no’, aunque al parecer no es definitivo. El rechazo a la oferta de Obama ha procovado un gran enfado en la Casa Blanca. “Los americanos han dicho que la actitud de Netanyahu humilla a su presidente y no entienden cómo no pueden ayudar a su aliado más grande en el mundo”, revela un diplomático europeo al diario ‘Haaretz’. En Israel, tampoco se entiende el rechazo ante una oferta tan suculenta.
A nivel personal, Netanyahu aceptaría la oferta de Obama, pero teme una crisis en su coalición, así como la pérdida de apoyo de su partido, el Likud, favorable a la construcción en las colonias. “Netanyahu cree que si vuelve a bajarse los pantalones ante el presidente de EEUU su credidibilidad interna quedaría muy afectada”, dice a ELMUNDO.ES una fuente del Gobierno israelí.
Aunque con menor intensidad, Obama también presiona a Abu Mazen, al que pide seguir dialogando pese al fin de la moratoria israelí. La lista de incentivos es más corta, pero fundamental: apoyo de Washington respecto a las fronteras definitivas, así como garantizar un paraguas económico y político para la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Si Abu Mazen acepta dialogar pese al fin de la moratoria, será criticado duramente por los suyos. Si abandona el dialogo, decepcionará a Obama, aunque éste dirija su mayor enfado a la parte israelí.
El enviado especial de la Casa Blanca, George Mitchell, se ha vuelto a reunir esta mañana con Netanyahu. Tiene cada vez menos días y ases en la manga para conseguir que el proceso de paz no explote por los aires. Por si acaso, ha insinuado a Abu Mazen y Netanyahu que a ninguno de los dos les conviene ser apuntados como “el gran culpable” del fracaso. Porque si en algo todos están de acuerdo es que sería un rotundo fracaso de Obama y su Administración, que ha consumido tantas horas de conversaciones con las partes como errores de principiante.