“Nueva Zelanda es la Tierra Media” y “Queremos a los hobbits” son algunos de los anuncios que podían leerse en las pancartas que portaban los miles de neozelandeses que este lunes se manifestaron para evitar que Warner Bros. se lleve fuera de su país el rodaje de El Hobbit, la cinta de su compatriota Peter Jackson.
En las calles neozelandesas había unos 2.000 elfos, enanos, magos, orcos y hobbits, quienes se reunieron en Wellington (capital del país), mientras que otras ciudades como Auckland y Christchurch, arrasada por un terremoto, se celebraron protestas similares.
Con esta medida de presión con la que esperan hacer recapacitar a unos nerviosos ejecutivos de los estudios de Hollywood, afectados por un boicot de los sindicatos de actores locales. Estas manifestaciones han tenido lugar un día antes de que representantes de Warner Bros. Pictures lleguen a Nueva Zelanda para decidir dónde rodar las dos películas de El Hobbit.
Incluso el primer ministro, John Key, se ofreció a mediar en el conflicto y, de hecho, será él quien presida la delegación que se reúna este martes con representantes de la Warner.
No en vano el traslado del rodaje de El Hobbit podría suponer la pérdida de unos 1.500 millones de dólares para la economía neozelandesa. Un lujo que la industria del cine de Nueva Zelanda, relanzada desde que Jacksón rodó la trilogía de El Señor de los Anillos, no puede permitirse.
Key ha señalado que en estos momentos no hay nada decidido y que hay un 50% de posibilidades de que El Hobbit se quede en Nueva Zelanda. “Me encantaría decirles que está hecho, pero tenemos un largo camino por delante para que se cierre el acuerdo. Hay muchos temas que necesitaríamos resolver”, dijo el mandatario en declaraciones al New Zealand Herald.