Una tarde reciente, lluviosa, fría y peligrosa en la Bogotá de estos días, Daniel Castello se bajó de su carro lujoso, se quitó el saco y como cualquier mecánico de barrio procedió a reparar el automóvil de una señora que en plena vía recibía improperios por obstaculizar el tránsito.
No preguntó quién era la mujer en problemas. Tampoco sopesó las consecuencias de dejar su carro solo. No pretendía impresionar a nadie ni recibir las gracias. Simplemente consideraba su deber de ciudadano colaborar en esa situación.
El episodio retrata la personalidad de Daniel Castello Mallarino, quien acaba de morirse, en vísperas de cumplir 55 años, este 12 de diciembre. Un hombre francamente encantador, para hombres y mujeres.
Distinguido, con mucha gracia personal, “clasudo”, alegre, contagiosamente optimista, un aristócrata de nacimiento y crianza, con las mejores relaciones internacionales pero con un alma sencilla, sin imposturas, quizá fruto de la herencia privilegiada de su madre. Y de sus dos padres, el biológico y el hombre que ayudó en toda su formación.
“Hijo de una de las mujeres más atractivas y aristocráticas que he conocido en mi vida…Nuestra historia juntos tuvo muchos altibajos, discrepancias, nos hablamos duro, nos divertimos, bebimos…no sé si nos quisimos tanto”, dijo Margarita Rosa De Francisco, enterada del fallecimiento. Daniel fue su segundo esposo.
“Daniel era …(explica ella) un hombre alegre, le encantaba el juego, la música, los amigos. Siempre era el centro de la fiesta, se carcajeaba y le sacaba partido a su coquetería, que parecía estar concentrada toda en una sonrisa de dientes grandes, contagiosa, escandalosamente deliciosa. Era un hombre de ansiedades existenciales, talvez por eso entendía las mías con tanta precisión. Ahora, siento un frío sin nombre, lloro a contragolpe, siento miedo de la ley que comprende la segura partida de todos los que habitamos este mundo…”
Ese ángel particular hipnotizaba. Era imposible resistir tanta calidez, sin llegar al empalago. No hablamos de sumisión, tampoco docilidad. ¿Cómo definir a un hombre que le cae bien a todos, que dialoga con inteligencia sin aplastar, que coquetea con todas las mujeres sin incomodar a los maridos, que tiene ademanes y movimientos exquisitos sin ser amanerado?
Todo ese pudo ser lo que conquistó a la ex reina huilense María Pía Duque, la más bella de las opitas en muchas décadas. El fruto de ese amor germinó con el nombre de “Paloma”, la hija de los dos, hoy veinteañera.
No estaba destinado, sin embargo, a disfrutar de la paz de un matrimonio convencional. Volar, soñar, caminar por el mundo, el golf, el polo, arte, cultura, gozarse la vida y disfrutar del amor…constituyeron su destino.
Tampoco logró retenerlo “la potra zaina”, así conocida en su momento Aura Cristina Geitner, exuberante, vibrante y deseada. Daniel, sin emular con Casanova – o haciéndolo -, incapaz de pretender el más mínimo daño a nadie, encontraba la disculpa para irse.
Pero algo más poderoso sobresalía en la personalidad de Daniel Castello: el enorme peso que concedía a la amistad. Cientos de hombres y mujeres lo recordaremos con admiración y afecto. Juan Enrique Botero, Emilio Tovar, Pablo Restrepo, Blanquita Bernal…
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