Checho es un personaje urbano, es un traductor y constructor de mensajes
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)
Es realmente increíble, pero todos los días de la semana los lectores de adn se encuentran con “Checho, el deshecho”, ese personaje sin igual, que deambula por las calles de la capital, vestido simplemente con un pantalón “saltacharcos”, que se amarra con un pedazo de pita y que es acompañado de una muy larga chaqueta que logró conseguir en una caneca de la basura de una casa del norte de la ciudad.
A veces, cuando la vida le da esa opción, vuelve a aparecer por ahí su canchoso “Blackperry”, un perro de raza indefinida que vive siempre acompañado de dos docenas y media de pulgas que mientras el amo descansa, ellas salen a buscar el sustento diario ya que él es tan, pero tan flaco y desnutrido que si ella no buscan lo del diario, muy seguramente terminarán muertas de inanición.
“Checho, el deshecho” es creación de Rubén Darío Bustos, conocido como “Rubens” y quien lleva mucho tiempo trabajando para la Casa Editorial El Tiempo; primero como caricaturista editorial en el principal diario de la Avenida Eldorado y ahora en el tabloide adn que se distribuye gratuitamente en varias ciudades del país.
Pero “Rubens” no sólo es un excelente humorista gráfico, sino que paralelamente se desempeña como un destacado sociólogo trabajando en una entidad del Estado en donde es uno de los funcionarios más respetados de la institución.
– ¿Cuándo supo que podía ser humorista gráfico?
– Yo supe que podría ser caricaturista, cuando intente realizarle un retrato a mi padre; yo tenía en ese entonces 12 años en el momento de darle la sorpresa, la sorpresa me la dio él, porque me modificó la idea que tenía hasta ese entonces, pues yo creía que podría ser un buen retratista. El viejo al ver el dibujo, solo se limitó a sentenciar: “Ese no es un retrato mío eso es una caricatura”.
– ¿Le hacía caricaturas a los profesores del colegio?
– Me divertía mucho haciéndole interpretaciones gráficas en caricatura de los profesores; claro que en la mayoría eran en forma clandestina.
– ¿Alguna vez lo censuraron en el colegio por hacer estos dibujos?
– Cuando logré hacerle una caricatura al Perfecto de Disciplina, que entre otras cosas le decían “Carecrimen”, él supo y me mandó llamar y de inmediato me cito a la Rectoría; el rector, que gozaba de un buen sentido del humor, no pudo contener la risa cuando vio la caricatura y esto produjo en el caricaturizado más ira y desde ahí me la montó, advirtiéndome que no descansaría hasta no verme expulsado del colegio; un año después, por asuntos administrativos, lo trasladaron; creo que esa fue un gesto de censura que yo advertí en esa época.
– ¿Qué ha sido lo mejor siendo humorista gráfico?
– Para mí, lo mejor es que este oficio bello lo he logrado convertir habitualmente en una terapia, puesto que este espacio me ha posibilitado, por un lado desahogarme y la otra es que me embeleso con el diario ejercicio creativo, que entre otras cosas, llevo más de 30 año en esto, tanto así que se me volvió parte integral de mi existencia.
– ¿Qué lo impulsó a estudiar sociología?
– Mi proyecto de vida desde muy joven y desde que me asomé al mundo de la caricatura, siempre fue el de ser arquitecto, pero por cosas de la vida no pude continuar y solo estudié dos semestres porque cerraron la universidad en esa época y como vi que no podía proseguir con esta carrera, entonces decidí estudiar sociología que era la que me permitía darle elementos cognoscitivos a los conceptos expresados en mis caricaturas.
– ¿En dónde fue su primer trabajo como sociólogo?
– Lo desarrollé en Inravisión, en la Televisión Educativa, y más exactamente en el Canal 3, que hoy es la misma Señal Colombia.
– ¿Cómo logra combinar estas dos tareas profesionales?
– Interesante pregunta, pero precisamente las dos se retroalimentan: la sociología me enriquece teóricamente los conceptos que planteo en el contenido del mensaje de mis caricaturas y la labor de caricatura me convierte en humor el concepto pesado de la realidad y me ablanda el “ladrillado” concepto que puede llegara tener las acciones sociales, las cuales yo intento convertir en caricatura.
– ¿”Checho” llega a ser algo así como un primo lejano de “Copetín”?
– Yo no diría que “Checho” tenga parentesco con “Copetín”. Tuve la oportunidad de compartir con el maestro Ernesto Franco y coincidíamos en afirmar que “Checho” es una versión contextualizada de estos tiempos modernos; “Checho” viene siendo la versión actual de “Copetín”; sin demeritarlo, él cumplió su papel protagónico y representativo de un pequeño habitante de la calle y que en los años 60s se les denominaban “gamines” y “Checho” obedece más a un habitante de la calle que tiene unos referentes un poco diferentes. Aclarando que los dos son lo mismo, pero que son las versiones del habitante de la calle propias de cada época.
– ¿Qué satisfacciones le ha dejado “Checho”?
– “Checho” para mí ha sido un logro que me ha producido enormes satisfacción, una de ellas precisamente es la que me conduce a concluir que con la propuesta de este personaje estoy creando el género de la caricatura sociológica, que consiste en presentar a través del humor, críticas y mensajes de corte sociológico; este tipo de trabajo, para mí concretamente, se me ha convertido en un reto, puesto que lo que he intentado hacer durante todo el proceso de trabajo con este personaje, es ejercitar mi pensamiento de sociólogo.
– ¿Ya podemos decir que “Checho” es patrimonio de nuestras calles y carreras y avenidas y diagonales?
– Siguiendo el hilo de las anteriores respuestas, pero quiero confesar que con este personaje he tenido enormes satisfacciones, siento que he crecido gráfica e intelectualmente. En el caso particular del personaje y sus características, porque me ha permitido encontrar la gran gama de conceptos que arroja la ciudad y más Bogotá; yo podría afirmar que es una mina de lecturas que se encuentran con la misma ayuda teórica de la sociología y la semiótica, por ejemplo, vemos que “Checho” como habitante de la calle, es un personaje que forma parte del paisaje urbano, por lo tanto es un poblador de la ciudad que la vive semióticamente, pernocta la ciudad haciéndole lecturas e interactuando con el entramado de textos que configura lo urbano. “Checho” es, por lo tanto, un personaje urbano, es un traductor y constructor de mensajes; podría decir, redondeando la idea, es que este personaje me ha permitido el continuo ejercicio de una epistemología urbana desde el humor. Con esto me atrevo a concluir que “Checho” es un sujeto que habita en uno de los nichos espaciales y culturales que conforman la ciudad.
– ¿Qué es lo más complicado de hacer una caricatura diaria de “Checho”?
– Afortunadamente yo vengo de una generación de caricaturistas editoriales, de finales de los 70s, principios de los 80s, que nos acostumbramos por el ritmo de la exigencias de la competencia con los colegas, ya que era producir cotidianamente por lo menos 3 caricaturas; esta exigencia era muy buena puesto que cualificaba el trabajo, permitía calidad en los trabajos publicados. Este ejercicio durante más de 25 años me dejó el hábito rutinario de estar produciendo por lo menos una o dos caricaturas diarias. En el caso de “Checho” hay una particularidad y es que fue creado con un criterio de atemporalidad en sus mensajes, quiere decir que “Checho” no solo, maneja temas de actualidad.
– ¿Alguna vez lo censurando haciendo a “Checho”?
– Con “Checho” no he sentido este flagelo…
– ¿Alguna de sus caricaturas en El Tiempo fueron censuradas?
– Sí hubo algunas, y frente a esta pregunta, siempre he tenido esta respuesta: yo homologo la definición filosófica que hay respecto a la libertad y es que la definición corriente dice: “La libertad individual termina donde empieza la del otro individuo” y en cuanto a la libertad del caricaturista editorial, yo creo que la libertad del caricaturista termina donde empieza la puerta del director del periódico. Admito que con esto que estoy afirmando da para un debate largo, para mí sería un honor inaugurarlo