Cultura

Aprender a leer y escribir debe ser una aventura cognitiva

La lectura es una forma de asomarse a mundos desconocidos, de crear mundos posibles y de construir subjetividades. Muchos niños y jóvenes se acercan a los libros con un deseo de saber y para interrogar a los textos, disfrutar, disipar dudas, apaciguar temores, resolver preguntas y solucionar conflictos, pero en muchas ocasiones los maestros y padres no saben descubrir ni propiciar estos procesos, pues no son conscientes de que leer y escribir es mucho más que un problema de alfabetización.

En muchas instituciones educativas aún persisten prácticas de enseñanza de la lectura y la escritura que implican carácter de obligatoriedad y se han convertido en un requisito para poder aprobar logros y alcanzar buenas notas. Al respecto, Martha Sierra, docente de la Facultad de Educación de Universidad Pedagógica Nacional, asegura que «este tipo de enseñanza no es ajeno el preescolar; por ello, es una práctica usual la mecanización de letras, de sílabas, de palabras o frases sin sentido, sin gozo y sin deseo de saber. Estas formas de enseñar hacen contraste con la manera como cotidianamente los niños se preocupan e interrogan una realidad que los rodea».
Los modelos educativos actuales respecto a la lectura y la escritura forman lectores «eficaces», es decir, aquellos que leen para preparar exámenes y para responderle al profesor lo que él quiere que se le responda, estos modelos limitan la aventura cognitiva para los niños. Hay expresiones que son reflejo de la actividad comunicativa del niño ante un objeto de conocimiento de carácter sociocultural, que el maestro ignora, por eso «es importante tener en cuenta que los niños están en capacidad de producir, de manera pertinente y adecuada, distintos tipos de actos comunicativos que responden en su estructura, funcionamiento y funciones a verdaderos actos de habla y lectura», aclara la docente Sierra.

Aprender es para cada niño un proceso social de construcción

La rapidez, flexibilidad y apropiación de los aprendizajes y competencias desarrollados por cada niño dependen de la calidad y pertinencia de las interacciones con los compañeros, el docente y los padres; «aprender a leer requiere que el niño construya una representación adecuada de los fines de la lectura: sus propósitos, sus contenidos y sus características. Mientras que aprender a producir textos requiere tener la necesidad de escribir para decir algo a alguien, pues todo texto cumple una función social. Por ello, el docente debe aprovechar situaciones reales para propiciar la lectura», afirma Sierra.

Es necesario que en la escuela se creen ambientes de aprendizaje que de manera intencional garanticen situaciones de interacción que enriquezcan la producción discursiva de los niños y los adolescentes, «que den lugar a despertar y aflorar su universo interior» puntualiza la docente. Es enriquecedor dentro del aula de clase promover la producción de textos auténticos, que respondan a intenciones comunicativas, en contextos de uso reales, con desafíos reales y destinatarios efectivos.

La profesora Sierra recalca que «es recomendable trabajar con textos completos y variados (cartas, afiches, cuentos, recetas, noticias, historietas, propagandas, poemas, tarjetas, canciones). Es decir, usar herramientas para que la lectura y la escritura se enseñen más allá de los códigos, las reglas, las valoraciones sobre la ortografía, la caligrafía o la sintaxis, aspectos que aunque importantes, no son suficientes para la producción escrita».

Inculcar la apropiación de la lectura y la escritura exige reconocer como espacios de construcción de significados los contextos de socialización en los que se desarrollan los niños y los jóvenes. «La visión del maestro debe flexibilizarse, ya que los contextos en los que se lee y se escribe son cambiantes por su carácter cultural, así como es cambiante la mentalidad y necesidad de los lectores y escritores», afirma Sierra.

Modificar los modelos educativos implica entender que estas prácticas deben responder a necesidades de información, (re)creación, expresión, apropiación, encuentro y reencuentro, «para pensarse cada uno en condición de ser distinto, de ser persona, de decidir sobre un bien cultural, de recrear modos de pensar y de enlazar la realidad a través de la lectura y la escritura», concluye la profesora Sierra.