Por: Julio Fernando Rivera Vallejo
Sin duda, el auge de la televisión y la Internet, ha revolucionado el mundo de las comunicaciones y nos permite percibir al instante los colores y los sonidos de la realidad, con una crudeza que supera la más elaborada trama de ciencia ficción.
Pero esa instantaneidad y esa facilidad de información que en muchísimos casos resulta positiva , nos hace correr al ritmo de la tecnología para sacarle partido a cada milésima de segundo de nuestra existencia terrenal y nos permite copiar y pegar, no solamente textos, sino también imágenes, modas y paradigmas, no deja mucho campo a la imaginación.
Y, es en ese instante, cuando el índice que ya se acostumbró a poner ´´ me gusta ´´, en facebook, se queda paralizado, porque el cerebro que lo mueve hace un alto en el camino y evoca, como si fuera hoy, la maravilla de la radio que, no obstante el auge de los citados medios, continúa siendo, con calor humano, el camino más corto entre millones de personas.
Al añorar esos tiempos que por fortuna aun no se han ido, irrumpe como ejemplo una frase: ´´ Luces en la fiesta ´´, tantas veces escuchada durante muchos años al presentar a un inmenso Señor y portentoso productor de nuestra radio, que desde un micrófono pintó paisajes con el único pincel de su palabra y con los tonos de su voz inventó una fiesta permanente sin importar las adversidades del momento.
Más allá de la afición o del desprecio por las corridas de toros, harina de otro costal, tema que no es de poca monta y por ende, digno de ser abordado en otra ocasión y, en el cual asumir posiciones radicales suele causar dolores de cabeza por no decir que pétreos aneurismas cerebrales, lo cierto es que el poder de la palabra y la magia descriptiva de Augusto Goicochea Luna, continúa en el recuerdo de más de una generación de colombianos a quienes nos hizo ver a través de la radio trajes de luces, azul y grana, capotes rojos, toros bragados y hastifinos y nos hizo recorrer la geografía de muchos ruedos al compás de inmortales pasodobles que acompañaron verónicas, chicuelitas, manoletinas y naturales, y pañuelos blancos pidiendo un indulto o una oreja.
Con este ejemplo de alguien que ya se fue y que bien podría replicarse en muchos que aquí y ahora dignifican y le dan brillo a su profesión, simplemente queremos significar que la radio vive en la tradición, en la necesidad, en el corazón y en el gusto de nuestro pueblo, y, de paso, recordar con profundo cariño a uno de sus eximios protagonistas e impulsores, el peruano colombiano, Paco Luna, que durante décadas tuvo en su garganta una cámara que con inusitada claridad llevó a nuestras mentes las ´´ Luces en la Fiesta ´´ que hoy las imágenes en tercera dimensión difícilmente pueden transmitir a nuestros ojos.
Hoy, también se escucha radio a través de la Internet y se le baja el volumen al televisor para escuchar lo que otros ven y así dejarnos llevar por la descriptiva imaginación de quienes han nacido y se han formado para hacer de cada hecho una historia y construir de cada historia un sueño.
La radio vive, viva la radio…
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