La ocupación de cinco conflictivas favelas de la zona norte de Río de Janeiro, la más pobre de la capital fluminense, realizada hoy por efectivos de seguridad, concluyó con un acto simbólico en el que fueron izadas las banderas de Brasil y de Río.
La ocupación, a cargo de más de 1.500 efectivos de la policía militarizada, la Policía Civil y fusileros navales, se enmarca en el proyecto de pacificación que viene implementando la gobernación carioca con el objetivo de retomar el control de las barriadas de cara a los eventos deportivos que recibirá la ciudad: el Mundial de fútbol en 2014 y los Juegos Olímpicos en 2016.
Tras varias horas de requisas en domicilios y aprehensión de armas y drogas en las cinco favelas tomadas -Manguinhos, Jacarezinho, Mandela 1 y 3 y Varginha-, efectivos de la Policía Civil y del Batallón de Operativos Especiales de la policía militarizada (BOPE) izaron los pabellones nacional y provincial, simbolizando la presencia y el control estatal en las barriadas, controladas durante décadas por narcotraficantes.
La ocupación propiamente dicha demoró menos de media hora. Tras el ingreso de las tropas a las barriadas, que fue realizado con ayuda de 24 vehículos blindados y 7 aeronaves, fueron detenidas 51 personas y se incautaron 21 armas de fuego y varios kilos de drogas.
El secretario de Seguridad Pública de Río, José Mariano Beltrame, resaltó la integración de los servicios de inteligencia de las policías Militar, Civil y Federal, el Ejército y la Marina para la exitosa conclusión del operativo. “A medida que las instituciones van trabajando juntas, van demostrando su capacidad y su pericia operativa para enfrentar ese tipo de situación”, dijo.
Por su parte, la jefa de la Policía Civil, comisaria Martha Rocha, instó a los residentes de las comunidades ocupadas a informar -de forma anónima si lo prefieren- el paradero de los delincuentes que lograron escapar, así como los escondrijos de armas y drogas.
El programa de pacificación de las comunidades pobres consiste en la ocupación de los barrios para expulsar a los narcotraficantes y retomar el control estatal. Tras la ocupación, los barrios reciben las llamadas Unidades de Policía Pacificadora (UPPs), que garantizan la presencia permanente de la policía en el lugar.