Por: Julio Fernando Rivera Vallejo
Afortunadamente, gracias a Raimundo, en medio de la deficiente infraestructura que nos hace poner colorados inclusive ante los colosos del sur, que encuentran en Rumichaca el fin de la carretera Panamericana, somos ricos en puentes, no de cemento, claro, sino de fiestas.
Mucha gente, como trabajadores, empresarios del turismo, estudiantes y también algunos historiadores recuerdan con gratitud a Raimundo, no el del reinado de Cartagena, sino el eminente jurista y político autor de la Ley 51 del 6 de Diciembre de 1.983, a través de la cual, diez de los dieciocho feriados que adornan nuestro calendario, fueron trasladados al lunes siguiente. Y la remembranza de estos últimos, a más que relacionarse con ´´ Los Derechos Humanos en la Constitución del 91 ´´, ´´ Biografía de Laureano Gómez ´´ y ´´ Derecho de las Obligaciones ´´, que son algunas de las obras escritas por el ex ministro y ex embajador, tiene que ver con el haber opacado la trascendencia que durante mucho tiempo se le dio al otrora denominado ´´ Día de la Raza ´´… ¿De cuál raza?, se pregunta un niño en la escuela.
Gracias a esa movida política, la vieja discusión entre si el 12 de Octubre se celebra o simplemente se conmemora, perdió vigencia, pues, la verdad, en playas y balnearios poco importa si la llegada de los chapetones dejó cosas buenas o malas a los pobladores de estas tierras.
Como seguramente habrá oportunidad de darle espacio a quienes con bombos y platillos celebran el 12 de Octubre, parece justo en este momento, mirar las cosas desde el lado de quienes simplemente conmemoran algo que para ellos trajo muerte y aniquilación a los indígenas. Su reseña histórica se plasma en múltiples textos y obras pictóricas que dan cuenta de lo que los expedicionarios informan a la Corona acerca del hallazgo de verdaderos monstruos, alejados de las calidades y cualidades de los seres humanos.
Enfrentar a la civilización europea la naturaleza americana con hombres y mujeres sin cabeza, con los ojos y la boca en el pecho, con cola y con orejas tan enormes que en una se acuestan y con la otra se tapan, es retorcer la historia, para preservar la superioridad de los habitantes del viejo continente, sin el incómodo riesgo de relacionarse con otros seres que, como ellos, también piensan, saben y sienten que saben.
Su conocimiento posterior de la realidad física de los aborígenes, lleva a presentarlos entonces como seres de aberrantes costumbres, auténticos monstruos culturales, practicantes del canibalismo y la homosexualidad, que adoran al diablo y veneran otros dioses, motivos suficientes por los que se considera indispensable reprimir esas conductas
Tales representaciones interculturales desde un referente europeo son estereotipos que identifican a los americanos como expresión del pecado que se debe castigar hasta lograr la conversión que consiste en aceptar las creencias españolas,
Que la historia es una sola, no hay duda, pero tiene el color del cristal con que se mira…
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