Carlos Fradique-Méndez
Abogado de Familia y para la Familia
Son innumerables las ideas sobre lo que es vivir en paz. Me inclino por creer que se vive en paz en el corazón, en la familia, en la sociedad, en la Patria, en el mundo.
En el corazón se vive en paz cuando se está en armonía con uno mismo. Quien se ataca, se complace en ser masoquista, no vive en paz interior. El contestatario, el resentido, el envidioso, el buscapleitos, el conflictivo, vive en guerra consigo mismo. En la familia vive en guerra quien se trenza en lucha con sus padres, sus hermanos, su compañero o compañera o con sus hijos. La pérdida del respeto, de la tolerancia, de la solidaridad, el deseo de aniquilar a uno de sus consanguíneos es abono para la guerra en la familia. En la sociedad la convivencia es más compleja por las circunstancias de modo, lugar, costumbres. El intolerante y fundamentalista piensa que un día todos pensarán como él y actuarán como él. Ese día no existirá. La diferencia es esencial en el ser humano y el respeto a esa diferencia es base de la sana convivencia. Pero ser socialmente diferente no es arrogarse la opción de abusar, de dañar, de lesionar y aun de quitar la vida. Quien así actúa pierde el derecho a vivir en sociedad y se hará acreedor a la pérdida parcial o total de su libertad de locomoción. Las mismas consideraciones son válidas para la vida en la patria.
Y entre naciones los sentimientos de poder mueven a la guerra. Antes fue el dominio sobre la tierra, hoy el dominio sobre el comercio y los minerales llamados oro, como el petróleo.
En Colombia hay un pueblo bellísimo llamado ISIACURI. De una nota de prensa del País de Cali, 14 de octubre de 2012 tomo los siguientes renglones e ideas: “El padre Gerardo Niebles dice que podría explicar la tranquilidad perpetua de Usiacurí: las artesanías. Como los niños, las mujeres, los hombres, los ancianos permanecen ocupados tejiendo, diseñando, con la mente concentrada todo el día, eso ha servido para que nadie vaya por ahí ofuscado con ganas de buscarse problemas. El alcalde William Bresneider Alvear agrega además que en Usiacurí hay una cultura ciudadana sólida. Mire no más las calles, dice. Están limpias, sin un solo papel por ahí tirado… Los policías de este pueblo deben ser los más felices de Colombia. No tienen que lidiar con las Farc o paramilitares, ni siquiera con pandillas. En cambio atienden casos de gallinas robadas, un par de trompadas que se dieron dos borrachitos o esporádicos casos de violencia intrafamiliar. Pero claro, en Usiacurí no todo es paz. El pueblo no tiene alcantarillado, las vías terciarias están descuidadas y aunque se quiere promover el turismo aún no hay un sólo hotel. Tampoco bancos. Esto último, a lo mejor, es un motivo para que los delincuentes no asomen las narices por estos lados.”
Lo anterior explica el por qué el dinero o la riqueza no son por si solos garantía de felicidad. De memoria me arriesgo a citar una frase sin dar su autor: “Era tan pobre que lo único que tenía era dinero.” Pero por su supuesto que la pobreza tampoco es la fuente de la felicidad y la paz.
La paz perpetua no existe. La paz plena no existe. Siempre habrá rencillas y por días la paz se altera y es bueno que se altere para que aprendamos a dominar sus rebeldías y a solucionar los conflictos necesarios para aprender a valorar las bondades de la convivencia en armonía con nuestros semejantes.
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