Por: Julio Fernando Rivera Vallejo
Cuando la función comienza, cualesquiera sea la manifestación del espíritu humano que en ella se representa, nada ni nadie debe cambiar el designio que por arte de magia une inexorablemente a actores y espectadores. Al tenor no se le puede quebrar la voz, al trapecista no le pueden faltar las fuerzas y, el payaso no puede dejar de reír cuando tanta gente triste paga por unos minutos de alegría.
Muchas personas son enemigas de las altas sumas de dinero que se les cancelan a rutilantes artistas y deportistas y cual Ministro de Hacienda estrenando cargo, hacen cuentas alegres y demagógicas de cuántas escuelas se construirían con lo que gana Messi, o cuántas casas de interés social se edificarían con lo que se le paga a Madonna por una presentación o cuántos desayunos escolares se les darían a buen número de niños pobres con lo que valen los lujosos carros de Falcáo.
Lo que tales detractores del costo del espectáculo no aprecian, es que una excelente presentación artística o deportiva, hace olvidar por momentos los problemas de la vida cotidiana y trascienden hasta levantar el ánimo de la especie y, constituirse en referentes de generaciones enteras que encuentran modelos a seguir y metas por superar.
Lo raro es que coincidencialmente, el brillo de las estrellas suele verse al filo del amanecer, cuando el sol se abre camino y opaca las luces que hasta entonces, no solamente fueron faros del universo, sino, además, espejos para copiar por quienes se empeñan en ser también figuras.
Una de esas estrellas que hoy se apaga en medio de la nostalgia de todos, inclusive de quienes ayer, calificaron sus destellos como meras excentricidades y cuestionaron su costoso tránsito por el espacio sideral debido simplemente a que sus colores no coincidieron con las preferencias de los críticos, es Miguel Ángel Calero Rodríguez, ´´ el Show Calero ´´, grande en tamaño, en historia y, sobre todo en nobleza.
Nacido en la tierra del Mono Núñez y, por ello seguramente alimentado con sancocho de gallina valluna, se constituye en la década de los noventas en un valuarte en la posición de arquero.
Sporting de Barranquilla, Deportivo Cali y Atlético Nacional, en lo que se constituye en la transacción más elevada hasta la fecha en Colombia y, el Pachuca en México, guardan sus mejores recuerdos; pero también los seguidores de todas las divisas, así en su momento sean adversarias deportivas, porque es protagonista de inolvidables jornadas salpicadas del ´´ show ´´ que solamente puede protagonizar una estrella.
No solamente cumple con lo suyo que es evitar goles sino que también los marca y de gran factura; pero esta evocación, más allá del aspecto eminentemente deportivo se orienta a destacarlo como la persona para quien ´´ el fútbol es solamente un juego que debe unir a los pueblos ´´, con lo que rechaza abierta y decididamente aquel lenguaje que habla de ´´ partidos a muerte ´´, y que sin duda, en buena medida es el detonante para que la violencia se apodere del balompié, dentro y fuera de la cancha.
Y, por sobre todas las cosas, su dimensión como persona se manifiesta en la solidaridad y el apoyo que siempre le brinda a la obra adelantada por su mentor y formador de arqueros, Carlos Portela, en su Fundación en favor de los niños con cáncer.
Por todo esto, quienes muchas veces, desde la otra orilla, en el estadio ´´ Pascual Guerrero ´´, sienten ahogar el grito del gol americano por sus magistrales atrapadas, también lamentan su partida…
Ojala quienes hoy lloran su ausencia, sean tan solidarios y recuerden su mensaje en el sentido de que el fútbol es solo un juego. Tras él aparecen nuevas estrellas que como artistas, deportistas y personas van por sus mismos pasos, y a quienes hay que apoyar porque, para que no muera la alegría, el show debe seguir…
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