Por: Julio Fernando Rivera Vallejo
No se trata de hacer una remembranza, ni mucho menos un elogio del Frente Nacional, que mezcló los colores como los niños lo hacen con sus crayolas, hasta plasmar despiertos sus inverosímiles sueños que rayan con la utopía, tan irreal y abstracta, pero tan atrayente como la concepción del socialismo utópico que aún hace erizar a algunos teóricos encerrados en las bibliotecas de papel y no en las virtuales del rincón del vago y que tratan de viajar a través del túnel del tiempo, a fin de rescatar a los ideólogos idos para que vengan a enseñarles a los autodenominados líderes de las revoluciones actuales, cómo es que es la cosa.
El azul y el rojo que hoy concitan la atención de las multitudes, es el que identifica a las dos escuadras capitalinas de mayor tradición y abolengo desde que apareciera el fútbol profesional colombiano y que, desde hace lustros buscan reeditar sus glorias pasadas y brindarle a sus hinchas y, especialmente a los que los siguen en las buenas y en las malas, las satisfacciones que generaciones anteriores saborearon reiteradamente y que. para los jóvenes han resultado tan esquivas.
Talvez atemorizados o motivados, que para el caso es lo mismo, por las predicciones del fin del mundo que pregona la bisnieta de Regina 12, quien con su aspiradora supersónica libra una colosal batalla para acabar con las basuras en las calles de Bogotá, según ella, la evidencia incuestionable de que la especie humana está condenada a perecer sepultada entre toneladas de envidias, de odios y de otros males menores, Santa Fe y Millonarios se pusieron de acuerdo para lograr que en el 2.012 el meridiano del balompié nacional volviera a pasar por la séptima, en medio de los habituales trancotes que agobian a la ciudad.
Sin las rutilantes figuras del pasado, pero, a cambio, con jugadores con hambre de fama y deseo de gloria, rojos y azules, han realizado una excelente campaña y, han logrado que el firmamento de la capital colombiana, se ilumine con dos nuevas estrellas que dan cuenta del esfuerzo realizado para satisfacer, especialmente a miles o quizá millones de jóvenes aficionados que no habían saboreado las mieles de una celebración de tal magnitud.
Por un lado, atrás quedaron las frustraciones de muchos años y por otro, las conquistas sucesivas de ambos campeonatos, luego de tan larga abstinencia, pone de presente que, en el fútbol de la época hay juego limpio y que, lejos está de primar el centralismo.
Los astros han hecho coincidir en este 2.012, las energías positivas de dos oncenos que son la pasión de todos los seguidores de esas divisas, no solamente en Bogotá, sino en diferentes regiones del país.
Felicitaciones a rojos y azules, que han tocado el cielo con las manos, pero, el llamado a celebrar con moderación y, sobre todo, a que hay que intentarlo de nuevo, porque, como en la vida diaria, cada día trae su afán, y cada amanecer hay que mirar el horizonte con las mismas ganas de alcanzarlo.