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Cronica Nacional

Cali y su cabalgata: donde los pobres alaban a los ricos

Archivo
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Un caballo muerto, uno tuerto, un Poni, y diferentes yeguas en estado de gestación fueron el resultado fatídico de una versión más de la cabalgata de la feria de Cali, la sucursal del cielo fue escenario el pasado 25 de diciembre de una versión más de un duelo eterno entre el hombre y la bestia.

Cerca de 25 mil personas entre caleños y visitantes se dan cita en las graderías ubicadas por la alcaldía municipal sobre la Autopista suroriental, y en un espectáculo en que los pobres parecen alabar a los ricos, que hacen binomio con ostentosos animales y engalanadas mujeres, muchas de ellas exhibiendo sus implantes de silicona. Hasta ahí todo apenas normal, todo muy propio del tercer mundo del que hacemos parte.

La crítica y el repudio radican en el sufrimiento y el maltrato por el que pasan los animales, muchos de ellos traídos desde lugares lejanos, expuestos a altas temperaturas y durante horas apretujados en camiones que hacen las veces de pesebreras rodantes.

Cuando el ‘circo romano’ se echa andar el hombre disfrazado de bestia trepa las monturas y expone a su compañero al estrés del ruido de sonidos fijados a lado y lado del recorrido, y de no ser así ruido proveniente de los mismo animales bautizados bajo el nombre de ‘burro-tk’ que no es más que un mulato que hace las veces de carro, donde se empotra un potente equipo de sonido que entona durante todo el camino melodías mexicanas ‘pero sigo siendo el rey’ y quien mota se vence más de su reinado.

No falta quien totalmente alicorado se crea el rey y exija al máximo las capacidades de sus animales, que en la alta temperatura, bajo las condiciones de estrés y el tumulto propio de estos desfiles este al borde de un paro cardiaco que lo conduce directamente al cementerio de los animales.

Y de esos 25 mil que se aglomeran en las graderías a ver la cabalgata, jamás terminan viendo nada, pues los caballos pasan en grandes tumultos que no permiten observar su belleza, y el ojo que va engañado y predispuesto a ver ‘caballos’ termina viendo la hermosura de la mujer vallecaucana como único alimento para su pupila.

Si se trata de querer ver caballos, sería más lógico entonces organizar un espectáculo equino donde se vean caballos, donde se pueda observar la fuerza del pura sangre, la coordinación del trochador y el orgullo del paso fino colombiano, terminado así con este retroceso cultural propio de la época de la conquista.