Opinión

¿Prisioneros de guerra?

mauricio-botero-caicedo Por Mauricio Botero Caicedo

El prepotente vocero de las Farc en La Habana, Iván Márquez, afirma sin ruborizarse que los dos policías secuestrados recientemente en el sur del Valle del Cauca son ‘prisioneros de guerra’. Esta peregrina afirmación es coherente con la postura de las Farc y sus áulicos cuando mantienen que los miles de terroristas en la cárcel, muchos de ellos culpables de crímenes de lesa humanidad, son ‘prisioneros políticos’ y no delincuentes.

Las afirmaciones de Márquez son, además de falsas, insólitas porque en Colombia no hay guerra: cuando mucho hay un conflicto armado, y pretender que un entre la sociedad colombiana (que cuenta con 44 millones de habitantes) y un grupúsculo de 8.000 facinerosos, principalmente dedicados al tráfico de drogas, la extorsión, y el secuestro, es una guerra, desafía toda lógica.

Los objetivos de los narcoterroristas al seguir secuestrando, además de dilatar las conversaciones de paz, es forzar al Estado a aceptar el cese al fuego. El gobierno no puede ni debe caer en la trampa fariana: Humberto De la Calle, el principal negociador del gobierno ha manifestado en varias ocasiones que “el Gobierno no es rehén del proceso”. Es decir, que la sociedad no está dispuesta ni a aguantar más secuestros, ni a entregar cosas que no puede entregar. Si las Farc insisten en el secuestro como arma de negociación, y los diálogos no van para ninguna parte, es buena hora de ir pensando en levantarse de la mesa. Por eso aplaudimos la actitud firme del presidente Santos al igual que su anuncio de triplicar las acciones contra el narcoterrorismo.

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No es el senador Bob Menéndez, demócrata del Estado de Nueva Jersey, un senador cualquiera: posiblemente el más destacado vocero de los intereses de los hispanos en el Senado de Estados Unidos, es el heredero (al haberse retirado el senador John Kerry para asumir la Secretaría de Estado) potencial de la “Presidencia” (Chairman) del “Comité de Relaciones Exteriores” en el Senado que, de lejos, es una de las instituciones más poderosas del este cuerpo legislativo, y por ende de la nación.

Resulta que el senador Menéndez se encuentra envuelto en un potencial escándalo sexual a raíz de unas acusaciones de haber participado en fiestas organizadas por un amigo en la República Dominicana. En principio el tema no tiene nada de raro, pero resulta que el “amigo” del senador, que afirma ser ‘oftalmólogo’, es una ave de origen dominicano de muy dudoso plumaje que tiene serios problemas con la DIAN de Estados Unidos (IRS); y las fiestas que armaba en su ‘mansion’ de ‘Casa de Campo’ eran orgías con masiva participación de prostitutas, al parecer muchas de ellas menores de edad. Y en Estados Unidos, nación de puritanos, luteranos, y calvinistas, los delitos sexuales se pagan caro. (El que albergue dudas, sólo tiene que preguntarle al Sr. Strauss – Khan).

A primera vista, uno pesaría que el senador Menéndez es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Pero hay un aspecto que le hace pensar a este columnista que hay más de verdad que de ficción en las acusaciones y es el hecho que en vez de demostrar el senador Menéndez que nunca ha participado en ‘orgías’ con prostitutas menores de edad, lo que ha dedicado es a descalificar la Institución que ha hecho públicas las denuncias, tildándola de ‘derechista’.

Descalificar al adversario en vez de las acusaciones es la táctica milenaria de la izquierda que, ante la imposibilidad de refutarlo, tildan a sus adversarios de ‘fascistas’. ¡Me temo sinceramente que el senador Meléndez está seriamente comprometido!

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