Cronica La Crónica

Millonarios 67 años: Bonner Mosquera un gigante azul

bonner mosqueraSiempre he considerado que lo que hice es lo más lindo que me ha podido pasar en la vida

Por: Mónica Giraldo A. (Libros y Letras)

“Ahora lo que quiero es disfrutar, desde afuera, lo que es el fútbol” dijo Bonner Mosquera con un dejo de nostalgia reflejado en sus ojos, después de retroceder, en fracción de segundos, lo que fue su vida con Millonarios, el equipo que lo llenó de tantas y tantas satisfacciones.

Nació en Condoto y desde siempre quiso ser futbolista. Todos los días, casi sin excepción, salía con sus amigos de infancia, a patear una pelota de trapo. Luego alguien les regaló una de caucho y en una Navidad el tío de uno de los pequeños, les regaló un pequeño balón de “fulbito” que les duró casi todo un año pateándolo todos los días hasta que por fin “expiró”…

Bonner es fiel devoto a Dios como lo demuestra a cada momento al agradecerle por las oportunidades que le ha brindado a lo largo de su vida, y más cuando se convirtió, a punta de esfuerzo, en un indiscutible ídolo de los hinchas de los Embajadores. “Creo que hice las cosas bien y por eso la gente me recuerda con especial cariño” dice Bonner mirando a lontananza y trayendo decenas de recuerdos que fue reuniendo desde cuando pateó el primer balón de fútbol.

Desde casi su adolescencia, soñó con ser abogado o administrador de empresas u otra profesión que le permitiera darle especialmente a su mamá lo que ella a diario le pedía y que Bonner, inundado de tristeza, no podía darle, aunque se lo mereciera. Sin embargo, su gusto desde pequeño por patear una pelota y hacerlo de la mejor manera, lo llevaron por otro camino, dejando a un lado el ámbito académico, para dedicarse, casi de tiempo completo al balompié.

Todo empezó cuando Senén Mosquera, una de las estrellas de los Azules, lo recomendó con el profesor Delio “Maravilla” Gamboa, quien de inmediato le hizo un sin número de pruebas físicas e intelectuales en la Universidad Nacional, lugar en donde entrenaban los catorce veces campeones, con la finalidad de saber si podría llegar a ser parte del equipo. Ante esta oportunidad que se le presentó en el camino, Bonner supo aprovecharla y de inmediato acudió a la convocatoria en donde mostró sus habilidades como futbolista, para ser contratado un par de semanas después e iniciar los entrenamientos y lograr un puesto en Millonarios, así fuera en las inferiores.

De esta manera, a sus 14 años, se inició en el equipo en la Categoría de Menores y ya luego, después de haber entregado su adolescencia y juventud entrenando sin descanso, para 1992 sintió que su pecho se llenaba de alegría cuando le dijeron que se pusiera la casaquilla azul para hacer parte del equipo profesional y jugar ante el Junior, de Barranquilla. Fue uno de los más hermosos días de su vida y aunque no estuvo en todo el partido, sino los últimos 15 minutos, estos le sirvieron para darle nuevamente gracias a Dios por permitirle cumplir este nuevo sueño y poder pensar en el primer regalo que le iría a comprar a su mamá. Desde ese entonces, Bonner empezó a forjar su camino que lo llevó a ganarse el respeto y el cariño de millares de personas que siempre estuvieron pendientes de su desempeño. “Siempre he considerado que lo que hice fue lo más lindo que me ha podido pasar en la vida y que pude corresponder a la confianza que me dio Dios”, dice cargado de alegría.

Así empezó su historia con los Azules, equipo que le dejó grandes logros y recuerdos, y muchas nostalgias, alegrías y muy pocas tristezas. Pero quizás el recuerdo más feliz que ahora pesca al azar, fue cuando estuvo en la titular en un partido contra el Deportivo Independiente Medellín, justo cuando se celebraba el Día de la Madre, memorable fecha para él, pues en ese encuentro anotó dos goles.

“A Millonarios le debo todo, absolutamente todo y más cuando miro mis anotaciones, mis recortes de prensa y veo que estuve con el equipo a lo largo de 526 partidos” y todos con enormes logros que le dieron la opción de recibir en cada uno de ellos, así perdieran, prolongados aplausos.

Pero para Bonner estas no son las únicas cosas buenas que le dejó el fútbol, también lo fueron sus “amigos-amigos”, como Osman López y Héctor Burguez; con este último jugó en 1994, 1995 y 1996. Y en la alineación de Millonarios compartió muchas veces con otro Mosquera Yesid, con el que formó una dupla muy eficiente, aunque no tenían ningún parentesco. Reconoce que tuvo muy buenos compañeros, pero solo en ellos encontró una verdadera amistad. Y es que a pesar de que el fútbol es un deporte colectivo, existe mucha rivalidad ya que cada uno va por lo suyo; “hay momentos en que se vuelve individual porque así somos los hombres y más cuando sabemos que todos debemos hacerlo mejor ya que nos toca “pelear” el puesto con 30 o 35 personas que componen un plantel profesional, así que no hay tantos amigos porque todo el mundo piensa en lo suyo”, dice con seguridad.

Bonner fue de los jugadores que más actuó en la Copa Libertadores de América con Millonarios, participando en dieciocho partidos. Y entre 1992 y el 2006, el único título importante que logró con Millonarios fue la Merconorte del 2001, el mismo año en que fue prestado al Defensor Sporting, en Uruguay.

Sin embargo, no todos los momentos fueron gratos y menos cuando sabe que Millonarios cuando estaba ad portas de ganar una nueva estrella, todo se venía abajo, con derrota tras derrota; y aún más cuando el equipo estuvo a punto de irse a la “B” que causó estupor entre todos los que semanalmente iban a entregar lo mejor de si para ver ganar a su equipo. No obstante, de estos recuerdos habla poco, ya que para él fueron más los momentos buenos que malos en el equipo. “De las derrotas se aprende más que con los triunfos, pero de todas formas sea lo uno o lo otro, perder un partido es un duro golpe para quienes le entregamos el alma a Millonarios”.

Por otra parte, no ha podido olvidar cuando en el 2001 se quitó la camiseta se azul para ponerse la de los uruguayos y aunque fue una experiencia maravillosa, que no solo le trajo cosas buenas para él sino también para su familia. No tiene palabras para expresar su agradecimiento a todo Uruguay, al que considera su segunda patria, tanto así que le hubiese gustado terminar su carrera en aquel país, no sólo por lo bonito que es para vivir, sino por la forma como lo quisieron y recibieron, tanto a él como a su núcleo familiar. “Lastimosamente en esa época no tenía las facilidades que ahora tienen los jugadores, como por ejemplo decir “renuncio y me voy”, pero en ese tiempo yo era de Millonarios y no me prestó más y por eso me tuve que regresar”, dice con nostalgia reflejada en su mirada.

Le hubiera encantado haber podido jugar más en el exterior, porque la experiencia internacional es incomparable; “uno se forma, se consolida mucho más, madura mucho a nivel profesional”; sin embargo no se lamenta por haber tenido que regresar, porque acá lo recibieron con los brazos abiertos y volvió a estar en la titular, anotando goles y dándoles enormes satisfacciones a sus seguidores.

Al regresar de Uruguay, equipos colombianos como América, Nacional, Cali y Junior le hicieron jugosas ofertas, pero Bonner prefirió siéndole “fiel” al equipo que lo vio nacer y lo convirtió en uno de los más destacados profesionales. “Millonarios me le dio la posibilidad de gozar de los privilegios que tengo ahora”.

Lo que jamás ha podido olvidar fue la gratísima experiencia que tuvo en Millonarios al ser, durante una larga década, capitán del equipo, lo que lo llena de orgullo al ver cómo muchos técnicos confiaron en que podía ser el que guiaba al grupo a un objetivo. Igualmente el haber tenido la oportunidad de dirigir a los Azules en cinco partidos al reemplazar al técnico Mario Vanemerak, sin embargo para Bonner fue mejor actuar como jugador y no como técnico, ya que cada quien debe darlo todo de sí mismo. “Como técnico hay que depender del estado anímico de once jugadores, que en un momento pueden estar bien, pero a los cinco minutos pueden cambiar de ánimo”.

Hoy, alejado de las graderías, los gritos, las barras y los aplausos, dirige su propia empresa, un club deportivo llamado “B y O” –Bonner y Osman-, algo así como una academia de fútbol y una fundación deportiva, todo un proyecto creado con uno de sus “amigos-amigos”. Así que su vida gira en torno a eso, por eso “busco desarrollar planes que me permitan potencializar a los niños y enseñarles lo que yo aprendí, es decir, devolverle a la vida lo que ella me ha dado”, afirma el ídolo de Millos.

Y aunque no se crea, después de un prolongado paréntesis, hace dos años Bonner terminó Administración de Empresas, ya que para él era una deuda pendiente que tenía con su familia y, además, todos sus hermanos ya eran profesionales en el ámbito académico. Esta carrera le ha permitido organizar y fortalecer cada vez más su empresa.

Ahora Bonner disfruta el fútbol desde afuera y con cierta sonrisa, asegura que ya no debe cumplir con tanta disciplina como era madrugar todos los días para asistir a los entrenamientos; ahora tiene más tiempo para disfrutar con esposa, sus hijos, sus amigos y compañeros.

“Yo jugué lo que tenía que jugar y a Dios le he dado las gracias por haberme permitido hacer lo que siempre me gustó. Yo estoy muy agradecido con el fútbol y con quienes me aplaudieron”. Y así recuerda los 32 goles que anotó con la camiseta azul.

Podemos decir que aunque Bonner nunca salió campeón con Millonarios, para sus seguidores fue un gran campeón, un gran amigo, un incomparable jugador; el reconocimiento de la gente a través del tiempo es mucho más importante que un título, “por eso estoy muy tranquilo con lo que hice”, dice con una afectiva sonrisa.

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