Carlos Fradique-Méndez
Abogado de Familia y para la Familia
El informe especial sobre lo difícil que es ser mujer en Colombia, en SEMANA 1642, mueve las fibras y despierta solidaridad femenina. También dolor frente al comportamiento salvaje de muchos hombres. Pero mientras las mujeres sigan dando serenatas a sus compañeros y su canción preferida sea “EL REY”, de José Alfredo Jiménez, ninguna revolución femenina logrará terminar con el machismo. Ni aminorarlo. Este sentimiento de poder y en gran parte de abuso, es cultivado principalmente por la mujer al no valorarse como debe y al no exigir el respeto que merece. Cuando la mujer sea autosuficiente, tome decisiones independientes sobre su cuerpo, se emancipe intelectualmente del varón, el machismo terminará o por lo menos se minimizará. Creo que tienen razón los sociólogos que afirman que el machismo es alimentado principalmente por las mujeres. Entonces, que se escuche la voz de las mujeres acompañada de acciones reales de autoestima y autosuficiencia.
En el informe de SEMANA se habla de la revolución femenina, que se ha quedado en declaraciones, protestas pasajeras y hasta en buenas intenciones. Dice SEMANA que, a pesar de algunos avances, el machismo sigue vivo en los hogares, las oficinas, las plazas públicas y las zonas de guerra.
Y esta afirmación es irrefutable. En los altos cargos directivos son pocas las mujeres. No hemos tenido una sola mujer encargada de la Presidencia de la República. La Presidenta del Congreso está en líos judiciales y la actual presidenta de la Corte Suprema está bajo la lupa de sus disciplinarios. Incurrió en graves indelicadezas. Las mujeres que se dedican a la actividad política tienen la obligación de aliarse y casarse con las malas costumbres que han impuesto los varones y muchas de ellas han caído en la trampa de la corrupción.
La música popular hace apología del machismo o provoca que la mujer se iguale a pelear y desafiar a sus parejas, sin poderlos superar en fuerza bruta. Y en los campos de la subversión entrenan a las mujeres para que actúen de manera violenta y sanguinaria. Las utilizan como instrumentos de guerra.
Es necesario que haya una política de Estado para que se forme conciencia varonil, que enseñe que a la mujer no se le puede maltratar ni con el pétalo de una rosa. Esa tarea debe comenzar en el hogar. Tal vez dos años antes de concebir a la hija, para educar con éxito a papá y mamá. Solo de esta manera los padres podrán ser progenitores responsables y las hijas tendrán satisfechos sus derechos fundamentales básicos.
Pero la mayor tarea, responsabilidad de la familia, de la sociedad y del Estado, es la de formar e informar a la mujer sobre sus derechos a ser respetada en su físico, en su esencia, en su espiritualidad, en su trabajo, en su crecimiento intelectual y en su hogar. Y dotarla de instrumentos materiales e intelectuales para que haga realidad el ideal de no seguir siendo objeto de ninguna forma de violencia.
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