Opinión

El eterno debate de la privatización o la intervención en la economía por parte del estado.

Santiago Arroyo Por: Santiago Arroyo
(Eike Batista y el fin de un sueño frente a PEMEX y la asfixia de las deudas sobre el control de los recursos petroleros de México)

En el punto alto de la globalización, en el mundo plano que proponía Thomas Friedman, grandes corporaciones fundadas en el flujo de información y escenarios mundiales de inversión, se siguen enfrentando el dilema de los desastres de la libertad de los capitales y a la vez, la del impacto de los retardatarios sistemas de control estatal de empresas nacionales que explotan los recursos naturales. Tal es el caso de lo que hoy ocupa buena parte de los medios de comunicación en Latinoamérica.
Por una parte, Eike Batista, el hasta hace cinco años era el séptimo hombre más rico del mundo, ve desde 2011, que su imperio de 37 billones de dólares se empezaba a diluir en el centro de su egolatría por el dinero y el poder. De otra parte y en contraste, el centro de Ciudad de México se paraliza semana a semana por las protestas de quienes se resisten a la privatización de la paraestatal petrolera PEMEX.
El primer caso, muestra el extremo de la libertad de capitales. Eike Batista quien antes de cumplir 27 años ya era dueño de su primera mina de oro, compraba inversiones en carbón y petróleo donde pudiera; A Colombia entra con la perspectiva de la producción en oro y carbón. En Brasil compitió con la poderosa Petrobras y gana el control de los hallazgos petroleros que descansan en el fondo del atlántico a cien kilómetros de Rio. El, tuvo el control de numerosos proyectos en donde las grandes empresas del mundo querían invertir. Parecía tener el toque de midas y todo indicaba que invertir en el, era un apuesta segura.
Pero lo que no fue tan seguro fue el informe real de reservas, de la joya de la corona de su imperio “Los Bloques de Campos”. Estos depósitos de petróleo que ganó en Brasil, no cumplirían con las expectativas de producción. De ahí, todo empezó a fracturarse y el castillo de naipes fue cayendo pieza por pieza. En esta semana se concretó la venta de sus inversiones en carbón en Colombia a una empresa de origen Turco. Sus acciones perdieron valor y el efecto regresivo está afectando la estabilidad financiera de Rio. Ahora poco valen sus lujos y extravagancias que lo hacían más popular que una estrella de rock. La especulación de lo que verdaderamente valía su empresa, solo estaba en el impacto de su carisma. La realidad de los datos sobre las reservas reales y las expectativas sobre hechos reales del mercado de hidrocarburos desplazaron su genio vendedor.
Y que vendrá después de Batista? Esa parece la pregunta correcta hoy, después de contar los resultados del desastre. ¿Quien llegara a cubrir el espacio que deja en las inversiones sobre los recursos naturales de países como el nuestro?, ¿En qué condiciones deben llegar los nuevos inversionistas? Y sobre todo, ¿como los estados enfrentaran estas transiciones y seguir al mismo tiempo mostrando la importancia de esos capitales llegando al país? Estas preguntas y otras nuevas, son las que impone la dinámica de un mercado global, libre y con el poder de comprar, vender o en este caso, perder enormes recursos con lo que significa el impacto a todo nivel.
En otra esquina de Latinoamérica, se plantea un debate que se consideraría inédito para un país donde la concentración de poder del estado parecía intocable en el manejo de sus hidrocarburos. En México, PEMEX enfrenta en embate de la división de su opinión pública frente a la posibilidad de la privatización. Washington Post por su parte, recomendaba la intervención para salvar la petrolera que tiene una las deudas más grandes del mundo. Este medio presentaba que pesar de tener el control de los yacimientos del país, su paquidérmica organización, elevada estructura burocrática y descontrolado nivel de gastos, la ponen en una crisis de más de 60 billones de dólares de deuda.
Décadas completas en manos de poderes corruptos. Control total de un sindicato que la usó como caja menor, le quito la posibilidad de ser una empresa estatal modelo para el continente. Jamás lograría hacer una transferencia de beneficios de sus recursos a los más necesitados en un país donde siempre se reclama la gran desigualdad y la falta de atención estatal a los más pobres.
Las tormentas que azotaron la costa pacífica en las últimas semanas, serán leves en comparación con el impacto de lo que se está develando en este proceso. Hay un país dependiente de estos recurso que se niega a soltar el control y otro, muy poderoso, listo para la inversión. ¿Quien ganara? Difícil decirlo ahora, pero lo importante en este caso es ver el otro extremo de quiebra de las empresas donde no hubo un control ético frente a lo que representaba este tipo de poder.
De un lado y otro. Desde la orilla de los estados centralizadores y controladores de sus recursos a través de empresas paraestatales, y desde la otra donde hay hombres con tanto poder como Batista, se nos muestran las dos caras de la moneda con elementos en común representados por la bancarrota y el endeudamiento.
¿O es que el oro y el petróleo son recursos malditos, o es que la obsesión por su control lleva a fuerzas económicas distintas a caer en los mismos errores? Estos escenarios son clave para ver en lo que Colombia podría ocurrir y tal vez como evitarlo. En este punto, en Colombia, ya estamos lejos del control total del estado en estas empresas y estamos en mora de ver el tipo de inversión que llega al control de los recursos naturales. Es el momento y debemos reflexionar sobre el tipo de negociación que nos conviene ahora y sobre todo, en el largo plazo, para garantizar un justo equilibrio entre la explotación de los recursos y el beneficio de las inversiones sobre las necesidades sociales del país.

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