Justin Bieber visitó el Jockey Club donde aproximadamente 30.000.000 fanáticos paraguayos lloraron, saltaron y se emocionaron durante una hora y media de espectáculo.
“Increíble”, “un sueño hecho realidad”, “lo mejor que me pasó en la vida” y otras frases parecidas dichas entre lágrimas, ojos rojos y cansados de tanta espera, sirvieron a las beliebers para calificar a la noche.
Papás, algunos con sus hijos en hombros y brazos, y grupos y más grupos de amigas y amigos se ocuparon de llenar el hipódromo. Bastaba dejar el escenario de lado y dar una mirada a todos los costados para ver la cantidad de gente que no tenía pensado perderse el concierto.
Todos esperaban que lleguen las 20.30 pero, tras el anuncio de que el vuelo del cantante se retrasó, no quedó otra que esperarlo. Mientras, algunos empezaron a moverse con la agrupación paraguaya Noi, un grupo de chicos que no sonaba nada mal instrumentalmente hablando, pero que no tenía mucha respuesta por parte de las chicas, que solo esperaban ver a su ídolo.
Entre gritos, y subiéndose a los asientos, sillones y hombros, todas aguardaban el esperado show. Con un conteo de 10 minutos, la espera emocionó aún más a algunas. A otras les hizo gastar las cuerdas vocales antes de que Justin aparezca en escena.
Cada una de sus interpretaciones, de sus palabras y videos que se proyectaron en pantalla tenían una misión: dejar una vez más en sus seguidores el significado del nombre de la gira 2013, “Believe (Creer)”. La estrella canadiense llegó al país para que los presentes recordaran quién fue, porqué es ahora el fenómeno pop, y para alentar a todos a creer que es posible eso que sueñan.
“Si quieren ser doctores, profesores, ingenieros, si sueñan con ser artistas, enfermeros, no crean que es imposible. Yo, gracias a ustedes puedo hacer lo que amo”, dijo Justin y luego dedicó “Believe” a todos los que deciden aventurarse en hacer lo que aman.
Calmó los corazones diciendo que “pase lo que pase todo va a estar bien”; y luego interpretó “Be alright”. Pasó del micrófono a la batería y al piano, y desplegó coreografías con un grupo talentoso de bailarines.
No faltaron los temas más cantados y conocidos, tampoco los mensajes inspiradores: “En dónde queda la memoria si estamos pendientes de nuestros celulares?”.
Las niñas desmayadas, los niños que dormidos volvían a casa antes de que termine el concierto y los fuegos artificiales fueron parte culminante del show.
No faltó gente con mucho, mucho amor por su cantante favorito. Respeto mutuo entre artista y presentes. Y nuevamente, la noción de que Paraguay puede recibir artistas de primer nivel.
Justin llegó para que crean que todo es posible.