Por Mauricio Botero Caicedo
En Honduras a la señora Xiomara Castro, esposa del defenestrado expresidente Manuel Zelaya, le propinaron una contundente derrota en las elecciones presidenciales del domingo pasado. Como el lector recordara, Manuel Zelaya era el amigo de Chávez, de los Kirchner, de Correa, y de Evo, que se dedico a ‘manosear’ la Constitución de Honduras para ver si podía ser reelegido, algo que estaba tajantemente prohibido. Pero fue tan burda la maniobra de Zelaya que a la Corte Suprema de Honduras no le quedo alternativa distinta a destituirlo. Hoy, la inefable Xiomara aduce que hubo fraude desconociendo el señalamiento de los ‘veedores’ internacionales que afirman que si bien pudo haber algunas irregularidades, “no tienen ningún efecto en el voto o en los procesos de computo”. La parejita Zelaya, sin embargo, no se resigna a estar fuera del poder. La izquierda chavista suele ser tan poco respetuosa de la democracia, como amantes de adueñarse de los países en que operan.
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Que triste ver el linchamiento mediático que se les ha dado a dos personas totalmente inocentes: Pilar Castaño y Andrés Jaramillo. Pilar, mujer integra y trabajadora, fue asaltada en su buena fe por una muchachita que muy posiblemente no era consciente de la gravedad de su falta. Hay que aceptar que esta niña de inmediato reconoció su falta y presento disculpas por el lamentable plagio que salpicó, tristemente, el buen nombre de Pilar. En el caso del admirable Andrés Jaramillo, cuya desafortunada salida sobre el papel de las ‘minifaldas’ le ha traído enormes dolores de cabeza, las públicas disculpas del empresario en la prensa no fueron aceptadas, inclusive llegando una energúmena senadora de la izquierda a demandarlo penalmente. A la postre, según han hecho público las autoridades, no se presentó ninguna ‘violación’, y se trata básicamente es de un encuentro furtivo entre dos adultos bastante pasados de tragos. Estos dos casos de linchamiento mediático son la clara evidencia de una prensa irresponsable que poco le importa pisar la reputación de las personas.
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Insistimos, por todo medio disponible, que los juegos de azar son un timo, un asalto perpetrado contra los pobres que son las personas más vulnerables de la sociedad. El que exista una entidad como Coljuegos que en nombre del Estado administra las rentas de los juegos de azar es un despropósito que viola la Constitución ya que es elemental deber de un Estado el proteger la propiedad de los ciudadanos. Ahora resulta que el presidente de Coljuegos era asesor de un narcotraficante. ¿Hasta cuando vamos a tolerar que el Estado para prestarle salud a los colombianos más pobres tenga que primero arruinarlos? Apadrinar timos es una grotesca vagamundería.
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La Fiscalía asegura que Interbolsa ‘actuó como una empresa criminal’. Un se pregunta si en el caso de Saludcoop ¿van a ser capaces de hacer imputaciones tan serias o se van a amilanar ante la estatura de varios de los actores involucrados en dicho escándalo?
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