Opinión

Bogotá: Es la hora de pensar una ciudad después de Petro.

Santiago Arroyo Por: Santiago Arroyo
Cuando se recibe una noticia como la de estos días sobre la destitución e inhabilidad de Gustavo Petro como Alcalde de Bogotá y sobre su futuro político a 15 años, son muchos los análisis políticos, cálculos de acciones de partidos y organizaciones y reflexiones sobre los marcos jurídicos en los que se inscribe la decisión y sus protagonistas.
Sobre este escenario hay que tener cosas muy claras. La ley en este momento está del lado del Procurador quien actuó ajustado a ella y la aplicó usando los procedimientos propios de la institución que representa. Al ex alcalde, en consecuencia, le quedan varios movimientos jurídicos para terminar su proceso.
Si nos ajustamos a la ley y a los debidos procesos, la suerte ya está echada. La decisión esta más que tomada y lo que viene es pensar en nuestra querida Bogotá después de Petro.
Pero, qué viene para la ciudad?
Leyendo y escuchando a los analistas, la respuesta es por ahora, pensar en el siguiente escenario electoral y los movimientos de los partidos políticos frente al reemplazo del alcalde. Lo que no estamos viendo en esta realidad, es quién y cómo se van a tomar las riendas de esta cada vez más complicada ciudad, tomada por la política y sin dolientes en la administración; no hay en este momento, ni ciudadanos ni líderes consientes de esto.
Definitivamente estamos atrapados en una contienda de fortines partidistas. Unos que luchan por quedarse con el potencial electoral, político y económico que representa Bogotá y otro, celosos de esa fortuna, luchando por apropiarse de ella.
Queridos bogotanos y colombianos, así no hay futuro. Los ciclos de caudillismos, de manipulaciones jurídicas, seguirán destrozando el proyecto urbano de la capital. La política estará antes que las necesidades de la ciudad y mientras tanto, más allá de tribunales y jueces, seguirá el barco haciendo agua.
Es entonces que recuerdo a Rafael Reyes, presidente Colombiano de inicio de siglo XX, quien tenía que enfrentar la reconstrucción del país después de lo que le dejaba la Guerra de los Mil Días. Este, retoma la frase de batalla de Porfirio Díaz quien en México enfrentó en las últimas décadas del siglo XIX en su país, un escenario similar y proclamaba la siguiente idea, que se convertiría en Bandera ciudadana y principio ordenador de la nación: Menos Política, Más administración.
Y si es cierto. Frente a la crisis que enfrentaba tanto Colombia como México, este principio les dio la oportunidad a los dos países de hacer el acuerdo de las personas por encima de las tendencias políticas. Les dio la posibilidad de construir país en la diferencia. Permitió pensar nuevas estrategias de recuperación y sobre todo de proyección.
Esa, es la invitación de hoy. Superemos la queja y el odio. No polaricemos la ciudad rodeando al procurador o a Petro. Debemos rodear a Bogotá y pensar que en el siguiente escenario electoral, quien venga, debe tener el coraje y fortaleza de convocar a todos los Bogotanos por la recuperación de la ciudad como espacio vital para todos.
Esperemos que el administrador, más que el político, venga con la idea de acercar los extremos y gestionar para Bogotá un presente critico, pero propositivo; unas acciones de estructuración, no solo de emergencia y finalmente un modelo viable para la ciudad en donde todos pongamos y pensemos futuro.
Así como Reyes lograra pensar la infraestructura de una ciudad del siglo XX y Díaz en México iniciara el fortalecimiento de un modelo económico de desarrollo, esperemos que Bogotá reconstruya su identidad de capital, más allá de los intereses de las esquinas ideológicas.
Advierto en este escenario que lastimosamente, tanto Reyes como Díaz no tuvieron con sus proyectos, futuros constructivos. Tal vez porque la política retomó sus espacios y desplazó la idea del cambio.
Las administraciones posteriores a Reyes protagonizarían lo que en décadas posteriores se conoció como La Danza de los Millones, en las que se malverso el dinero público con un desorden administrativo que le costaría el poder a los conservadores y Díaz, se acomodó en su reformismo, dándole la espalda a un país que protestaba y gestaba una revolución en contra de su continuismo en el poder.
Así las cosas, aprendamos del pasado, pero pensemos en el futuro. Apoyémonos en los hombros de la historia para construir un modelo viable, en el que primen las necesidades urgentes de la ciudad y superemos este triste escenario de luchas y divisiones a favor de un espacio justo para todos.
Santiago Arroyo M.

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