Por Andres Burgos
A algo menos de un mes de las elecciones, las campañas de los partidos están en furor. Nos invaden nuestros programas de radio favoritos, las telenovelas que aún ven algunos y los noticieros inofensivos del país.
La publicidad política pagada no respeta ni el espacio público. Por doquier vemos carros y mentes completamente tapizados con ideas prestadas. Supongo que los publicistas que están detrás de cada campaña sabrán hasta qué punto es legal la difusión de un candidato que siempre sonríe mirando el horizonte, pero lo cierto es que ya empieza a ser hostigante.
Y más si tenemos en cuenta que muchas campañas aprovechan cuanta coyuntura encuentran para ganar votos y figurar. Supongo que esas estrategias tan bajas funcionan para convencer a unos pocos, pero para mí no es más que vulgar oportunismo.
Los del Mira, por ejemplo, sacaron un comercial en televisión en el que “ratificaban” su posición abierta y progresista que no discrimina a nadie. La idea de sus publicistas era, supongo, mostrar una serie de virtudes de sus candidatos a partir del caso de una mujer con rostro desfigurado que ellos ayudaron en su momento. Pues la mujer les solicitó que quitaran su imagen porque no los había autorizado y tuvieron que retirar el comercial antes de ganarse una (otra) demanda.
Uribe no hace más que repetir como un loro que él no es de la U, sino que es del Centro Democrático y que quiere la paz sin impunidad. Pero es muy difícil cambiarle el chip a sus seguidores, algunos más tercos que él. Deberían sonar risas pregrabadas cuando en las elecciones muchos uribistas voten por el partido de Santos pensando que votan por el expresidente. Y van a ser miles los que cometan el error si no empiezan a ofrecer algo más que una imagen desgastada.
Su discípulo empezó a hacer la tarea temprano. Se le vio muy incómodo en Valledupar cuando falleció Diomedes Díaz buscando con su pésame conseguir algunos voticos vallenateros. El efecto, creo, fue el contrario, porque su falta de carisma lo hace ver incómodo en cualquier situación. Por eso debe ser que Óscar Iván Zuloaga no despega en las encuestas y ya su jefe le hace guiños al Partido Conservador.
Algo parecido pasó cuando algún candidato a la Cámara en el Cesar puso una foto manifestando el pésame por la muerte de Pacheco y de paso invitó en la misma imagen a los electores a votar por su campaña.
Y hablando del oportunismo en los velorios, el epítome fue el protagonizado por Ana María Rincón, que recoge el legado político de su hijo muerto en un accidente de tránsito en el mismo funeral del recién fallecido. No le importó a la señora ni a los sabios publicistas, poner una pancarta con su nombre frente a la tumba de su hijo, según reveló Portafolio.
Pero el rey es Roy. Oportunista profesional y camaleónico que se adapta al tamaño y a la forma de sus intereses. En esta ocasión su campaña tiene una desconcertante y absurda relación con el Mundial de fútbol de Brasil. Uno de sus carteles dice en letras de colores: “Campeonato mundial de fútbol: Un evento de paz”. En el centro se ve la figura de la mascota oficial del mundial y en la parte inferior del anuncio se lee: “Roy Senado. U”. Sin comentarios.
Mi voto, por supuesto, jamás será para ninguna de estas patrañas políticas. ¿Y el suyo?
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