Opinión

EL SABER 11, SABER CERO

Andrey PorrasPor: Andrey Porras

El pasado 3 de agosto, más de cinco mil estudiantes presentaron, entre filas interminables y mini ferias de comercio académico, la prueba de estado con sus nuevos cambios. Si bien la intención parece estructurada, todavía se hace presente dentro de un panorama muy precario y poco prometedor.

La prueba planteó las preguntas desde la siguiente unión: física, biología, química, en una categoría denominada CIENCIAS NATURALES; historia, geografía y competencias ciudadanas, en SOCIALES Y CIUDADANA; filosofía y literatura, en algo llamado LECTURA CRÍTICA; y MATEMÁTICAS sola como reina absoluta. Estas agrupaciones obedecen a la idea de establecer el “saber” de los estudiantes bajo la consecución de habilidades que le permitan, fácilmente, captar los problemas del mundo desde su lógica de funcionamiento, desplazando un poco la tradicional concepción del conocimiento… por encima de la información, aparece la habilidad.
Tal enunciado, al parecer, es muy prometedor y moderno, y lanza a nuestros estudiantes a explorar los terrenos de la inteligencia, sin embargo, al mismo tiempo, causa ciertas incertidumbres que bien es justo plantear.

¿Enseñan a pensar los colegios del país? ¿Sus currículos están fundamentados en la integración disciplinaria? ¿Es la inteligencia y la velocidad mental el fundamento entre las prácticas educativas y los resultados de los estudiantes? ¿La comprensión y el entendimiento están por encima de la información?

Las respuestas a estas preguntas deberían ser motivo de reflexión, pues son demasiado profundas en comparación con la realidad de los jóvenes colombianos. Y precisamente esa era la confusión que se veía en las caras de los estudiantes el día del examen: la hoja de ejercicio en blanco, la hoja de respuestas saltándose el orden de las preguntas, ojos lagrimeando y luchando contra el sueño, sábanas del examen completamente abiertas y sin forma de ser vueltas a doblar, en fin, confusión, desamparo, desinterés… un martirio para los estudiantes.

Tremenda distancia entre los propósitos del ICFES y la verdad que viven los estudiantes, inmensa separación entre lo que a ellos les importa y la necesidad de un gobierno por demostrar resultados, colosal desproporción entre los maestros de esos estudiantes, quienes sobrevivieron a la triada competencia-habilidad-comprensión bajo los sempiternos mandatos del conocimiento, y las preguntas del examen.

Una lectura apresurada y bastante injusta, plantearía que toda la justificación del currículo está en la razón de ser del examen de estado, es decir, para sacar buenos resultados en SABER 11 es para lo que se trabaja, y aunque haya voces románticas que afirmen lo contrario, muy en el fondo, todos los dueños, rectores, directivos de los colegios trabajan para sentir el inmenso placer que da estar entre los 20 primeros puntajes de la prueba. De ser así, bien pueden cambiar los currículos, impartir menos materias, despedir a la mitad de sus profesores (los humanistas solamente, quienes perdieron terreno en la prueba) y concentrarse en producir buenos resultados, en otras palabras, una visión globalizada de la educación. ¿Es este el nuevo horizonte de la pedagogía?

El conocimiento debe seguir tomándose como excusa para poder desarrollar habilidades, pero gracias a una equilibrada relación con el saber: habilidad y contenido en una ecuación de justas importancias. La integración disciplinaria debe realizarse sin el riesgo de hacer perder la naturaleza de cada una de las materias, guardando la precisión de las relaciones y dejando un espacio para que cada una exista. Al lado de las necesidades del examen de estado, también los colegios pueden tener la autonomía para dictar lo que consideren válido para el futuro de los estudiantes, sin que la prueba sea el producto de su proyecto educativo.

Los estudiantes seguirán demostrando un saber cero, si ellos no se convierten en el centro del proceso educativo, haciendo que sus inquietudes cuenten a la hora de construir los currículos. Las instituciones seguirán en el nivel cero del saber, si sólo buscan mostrar la vanagloria de su nombre bajo los resultados de sus estudiantes. El ICFES traiciona sus prefijos (pre, pro, 11) acercándolos al cero, cuando sus transformaciones no están alineadas con el Ministerio de Educación y todo ese proceso se realiza apresuradamente. Los resultados de nuestros estudiantes en las pruebas internacionales seguirán siendo cercanos al cero si todo este contexto no cambia prontamente.

Así las cosas, valdría preocuparse porque, el día del examen, sea más productivo para los vendedores ambulantes que para el propio ICFES.