Las enfermedades cardiovasculares continúan ocupando el primer lugar como causa de muerte en muchos países especialmente en los desarrollados. Hacia el año de 2008 se estima que 17.3 millones de individuos murieron por enfermedades cardiovasculares, explicando el 30% del total de fallecimientos por todas las causas en el mundo entero; 7.3 y 6.2 millones de muertes obedecieron a enfermedad cardíaca coronaria y enfermedad cerebro-vascular, respectivamente.
Los esfuerzos de la comunidad médica internacional, organizaciones de salud e industria, dirigidos a la identificación precoz de los factores de riesgo mayor a través de estudios poblacionales y estrategias de control efectivo mediante combinación de educación a la comunidad y manejo individualizado de los pacientes de alto riesgo, han contribuido de manera eficaz a un descenso significativo en las tasas de morbi-mortalidad cardiovascular.
Los costos directos de salud, sumados a los costos atribuibles a incapacidad laboral, trauma familiar y social, se elevan a cifras astronómicas. Muchas de esas muertes se hubieran podido evitar, o al menos posponer, si en una simple consulta médica de “chequeo cardiovascular” se programa una revisión de los factores de riesgo
Al hablar de Riesgo Cardiovascular hablamos de un concepto clínico, y al referirnos a Factores De Riesgo Cardiovascular implicamos una relación estadística dentro de un contexto epidemiológico.
Factores de Riesgo Cardiovascular son todas aquellas condiciones anormales que, de una u otra forma, van a incidir en la aparición final de un evento patológico a nivel de vasos sanguíneos en cerebro (“derrame cerebral”: accidente vascular cerebral), corazón (angina de pecho estable o inestable, infarto de miocardio o muerte súbita, por cierre parcial o total de una o varias ramas de las arterias que irriga el corazón) o vasos periféricos (enfermedad obliterativa de la aorta y arterias periféricas).
A pesar de haberse identificado no menos de 300 factores de riesgo cardiovascular, es obvio que su “peso relativo” variará en términos de relevancia para propósitos de planeación en salud pública.
De todos ellos, podemos limitar a 10 o a lo sumo 12 los más significantes en cuanto a frecuencia de presentación en la población general y su impacto en la génesis de la enfermedad aterosclerótica (acumulación de grasa, colesterol y otras sustancias en las paredes de las arterias). A menudo detectamos pacientes portadores de dos o más factores de riesgo asociado (por ejemplo, hipertenso-diabético-fumador), lo cual determina una mayor vulnerabilidad para desarrollar enfermedad aterosclerótica.
Los factores de riesgo pueden ser clasificados de tres maneras diferentes:
a. Primarios o Secundarios
b. Mayores o menores
c. Modificables o No modificables.
a. Los primarios son aquellos que por sí solos pueden conducir al desarrollo de la enfermedad. En los secundarios, se requiere la asociación de dos o más factores.
b. Factores de riesgo mayores: tabaquismo, hipertensión arterial sistémica, colesterol total elevado, reducción en los niveles de colesterol bueno (HDL) o protector, antecedentes familiares de enfermedad aterosclerótica, diabetes. Otros factores de riesgo (y no “menores” para no desvirtuar su real importancia): obesidad, elevación de triglicéridos, y de ácido úrico, hiper-homocisteinemia (problemas metabólicos de ciertas sustancias como la homocisteina), sedentarismo, estrés, personalidad tipo A (neurótico obsesivo compulsivo), dieta rica en grasas saturadas de origen animal o vegetal, postmenopausia.
c.Todas las anteriores exceptuando la carga genética, son condiciones susceptibles de modificarse por cambios substanciales en estilo de vida y hábitos alimentarios. Otras variables demográficas no modificables son, por supuesto, edad, género, raza. A mayor edad, se incrementa el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. En el género masculino es más frecuente la enfermedad arterial coronaria. En la raza negra es mayor la prevalencia y severidad de la hipertensión arterial sistémica.
Los conceptos de prevención primaria y secundaria son de la mayor relevancia en la práctica médica diaria.
Hacemos prevención primaria al detectar y tratar oportunamente cualquiera de los factores de riesgo cardiovascular que amenazan a un individuo para que no evolucione a situaciones de deterioro orgánico; es el caso del ejecutivo de 40 años, hipertenso, fumador, obeso, sedentario, estresado, obsesivo – compulsivo y adicto al trabajo, consumidor inmoderado de comidas y bebidas que le han elevado sus niveles de azúcar, colesterol, triglicéridos, y ácido úrico. Una modificación agresiva de todas estas variables patológicas podrán, eventualmente disminuir su riesgo de hacer un infarto miocárdico o cerebral en el inmediato futuro. Si no logramos detectar oportunamente esta mortal colección de factores de riesgo y dicho individuo termina en evento coronario agudo (angina, infarto o muerte súbita cardíaca con recuperación), procederemos a manejar más agresivamente los factores que le llevaron a la crisis, para que no repita una nueva catástrofe vascular, en este punto estamos haciendo prevención secundaria.
Algunas medidas sencillas podrían mejorar la prevención de los accidentes cerebrovasculares y de esta manera ayudar a poner fin a la incidencia creciente de accidentes cerebrovasculares evitables, que ocurren cada año.