Por: Jose Luis Ramirez
Cómo se ha ido desfigurando la congresista Claudia López en su ejercicio como senadora de la República de Colombia.
En solo tres meses del ejercicio de sus funciones se volvió el centro de atracción de las salidas folclóricas en el Congreso. Ojalá no llegue a lo Moreno de Caro.
Sorprende, y no gratamente, cuando aparece regalando flores blancas, abrazos y apretones de mano a sus contradictores, como si con eso lograra ganar la simpatía de ellos o captar adeptos. Gritos, risas, burlas se han desbordado, sus emociones e impulsos también han sufrido alteraciones, mostrando al país una faceta, por lo menos desconocida de la congresista hasta ahora.
La encuentra uno en los pasillos del Congreso sosteniendo rebeldes oposiciones, dando cátedra, con los colegas de sus afectos y periodistas. Posiciones que suaviza en la comisión y en la plenaria arrecian, demostrando sus transformaciones de ánimo diarios.
Vehemente, sarcástica, inoportuna, irreverente, irascible. Es el estreno de esta importante senadora que fue elegida con el voto de conciencia de muchos colombianos. Seguramente por inexperiencia, afán, ganas de hacer todas las tareas a la vez y obtener una magnífica calificación ha decepcionado en estos primeros tres meses de congreso.
En el debate contra el senador Álvaro Uribe, en una primera intervención, arremetió y arrasó contra el expresidente, y horas más tarde, volvió a pedir el uso de la palabra y dijo que reconocía en el exmandatario muchas cosas positivas que había hecho y que hablaban bien de él… y luego apareció en los canales de televisión arremetiendo nuevamente sin piedad contra Álvaro Uribe.
Con el fiscal Eduardo Montealegre se enrolló en una disputa a ‘sangre y fuego’, acusándolo de tener delirios de presidente, y luego lo abrazó ante las pantallas de televisión, le regaló flores blancas y se sonrió en su presencia y habló en tono de conciliadora.
Así, entre otros hechos, han transcurrido los 90 días de la congresista.
Se aclaran y se oscurecen, se encienden y se suavizan, sus posiciones en una sola semana. Como dicen los jóvenes ‘se patrasea’.
Lo cierto es que hay mucha distancia entre la investigadora -sensata, locuaz, con cifras en la mano, estudios completos, rastreamientos, etnografías, iconografías y pruebas sustentadas que no dejaban ningún margen de duda- a la parlamentaria incendiaria, y al rato conciliadora con todos.
Esperamos que esta carta tan importante para la democracia y para el momento que vivimos de búsqueda de paz, con una senadora inteligente, capaz, independiente y digna representante de las nuevas expectativas del país, no se nos refunda, como una más. No se nos vaya a extraviar en excesos de protagonismo y se nos pierda. ¡La necesitamos!
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