Por José Luis Ramírez Morales
Es un tema recurrente: TransMilenio. Pero es tan grande el caos, el desespero de la gente que utiliza este medio de transporte que no se soporta más el mal trato, la violación de los Derechos Humanos, los atracos, los robos, carteristas, indigentes hediondos, locos, vendedores que acosan desesperadamente y obligan a comprar cuanta porquería se les ocurre vender, sin ningún control de sanidad.
Los usuarios no saben si mirar al techo, mirar por la ventada o mirar al piso, pues van intimidados por toda esta clase de amenazas, a las que se suman los improvisados músicos, uno tras otro, disputándose los vagones de los articulados.
Las bandas de delincuentes se han tomado este servicio; con puñales en mano se suben a los alimentadores y a los articulados. Abundan las mujeres que a diario son asaltadas, heridas, violentadas y abusadas. Ante la mirada impotente de los pasajeros se llevan celulares, computadores y tablets.
No hay autoridad, no hay campañas educativas, ni respeto, ni policías, que puedan prevenir los asaltos en este servicio.
Me atreví a preguntarle a un oficial qué podía hacer ante la horda de delincuentes y vendedores ambulantes y él, descontrolado y apenado, me manifestó con decencia que no tiene las herramientas para poder enfrentar a las bandas de jóvenes que saltan por las estaciones y los torniquetes ante la mirada desconcertada de los agentes de policía. Y ni para qué hablar de los auxiliares que están expuestos a las amenazas de los delincuentes.
Se anunció hace unos meses con bombos y platillos que se infiltrarían mujeres policías vestidas de civil, y de esta estrategia hasta hoy no se conocer ningún resultado.
En Usme hirieron, en uno de los últimos episodios, a un policía que viajaba de civil y se acomidió a librar a una joven de una segura muerte y un robo en un bus alimentador. El resultado: la niña apuñalada y el auxiliar herido.
Los sobrecupos diarios, que permiten a los abusadores irrespetar genitalmente a las mujeres. Es un desequilibrio mental y emocional diario de los bogotanos; nadie da paso, no pagan el pasaje, destruyen las puertas, es una descomposición total y así llegan miles de ciudadanos a sus oficinas, a los almacenes, a los supermercados, a sus puestos de trabajo sudorosas, con problemas de estrés, sicológicos, y furiosos y furiosas, con ganas de asesinar al primero que les diga buenos días. Esta pesadilla diaria contribuye a empeorar la salud mental de los bogotanos, como lo demuestran los estudios.
Los universitarios, que esperaría uno que den un ejemplo, son otro aporte a este caos: se tiran al piso, se atraviesan; y los alumnos de colegio salen en manadas a treparse por la puerta que vean abierta, cuando no es que la fuerzan, la destruyen, para ingresar sin pagar. Aportando todo su vandalismo.
No es gratuito que en el último estudio de la Cámara de Comercio de Bogotá el 83 por ciento de los bogotanos haya dicho que considera a TransMilenio como uno de los sitios más inseguros de la ciudad.
Es tan grave que ya algunos han cogido como baño público las estaciones de TransMilenio.
Los habitantes de calle son otros de los usuarios, especialmente en la troncal de la Caracas, que se suben con todo el reciclaje del día a los buses y le imponen al resto de los pasajeros sus repugnantes olores.
Y lo más preocupante es que no hay un proyecto o un plan que le dé una solución a esta vergüenza que vivimos los bogotanos.