Por: José Luis Ramírez Morales
La muerte de Gabriel Navarro Bustamante a sus escasos 19 años y recién bachiller deja una gran reflexión, con más incertidumbres que respuestas. Cómo están pensando los jóvenes y adolescentes, el matoneo, las drogas, la violencia, las bandas y las pandillas. La cada vez más creciente agresividad que los acompaña.
No media la palabra, sino el disparo y la puñalada, la destrucción de lo público y la asonada a lo privado.
Este suicidio, de tanta resonancia en Bogotá, por ser el hijo de un senador, de un político, de un excandidato a la presidencia de la república, de un exgobernador y exalcalde y exguerrillero, refleja una contradicción: la de un hombre, durante décadas alzado en armas, hoy víctima de un arma, a pesar de haberlas manejado durante tantos años y después haberlas dejado.
Es realmente una tragedia para un hombre que hoy habla de paz y reconciliación, circunstancia que no se dio en su apartamento, donde el joven Navarro se propinó un tiro con el que se quitó la vida.
Sin mediar el diálogo, la mediación, la tregua, la reconciliación, los acuerdos, el perdón y olvido, nunca más, el propio discurso del senador Antonio Navarro.
Este hecho nos invita a pensar las razones que cada día con más reiteración llevan a nuestros jóvenes a lanzarse de puentes, a cortarse las venas, a envenenarse, a matarse entre sí. Se ponen citas para matarse por cosas como un partido de fútbol, un equipo, una camiseta, el control de una esquina, por una novia, lo más absurdo, por una mirada o por unos tenis.
El alcohol escolar y el consumo de drogas han aumentado en la etapa escolar y superior. Basta con dar una pasada y una mirada a los entornos de los colegios y universidades.
El suicido es la cuarta forma de muerte violenta en el país y Bogotá tiene la tasa más alta, con casi 6,74 casos por cada 100.000 habitantes. Así lo revela el Centro de Referencia Nacional sobre Violencia del Instituto de Medicina Legal. De los 1.810 casos que registró el país en el 2013, Bogotá tuvo 236.
Según el mismo estudio, por grupos de edad, la tasa más alta de suicidios está entre los 18 y 19 años en la capital. Del 2007 al 2012, según la investigación se nota una tendencia al aumento de los casos.
Las cartas con las que ha jugado el senador Navarro Wolff lo han llevado a estar en prisión –penitenciaría La Picota de Bogotá-, en el exilio, en el monte, en la guerra de guerrillas, a perder una pierna y afectar su garganta en un atentado terrorista que lo puso entre la vida y la muerte. Ha visto morir a un centenar de sus amigos, incluido Carlos Pizarro, su comandante. Ha visto diluir sus amores, y la decepción que le produjo su paso por la alcaldía mayor de Bogotá. Y ahora, la muerte violenta de su hijo.
Hoy, la mayor preocupación de la Fiscalía y de los cuerpos auxiliares de Policía judicial es establecer la causa que motivó la muerte del joven Gabriel, el origen del arma, dónde se adquirió y de quién es. Por último, cabe esperar el resultado del dictamen de necropsia de Medicina Legal.
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