Por: José Luis Ramírez Morales
Bogotá es la ciudad más afectada por el robo de bicicletas. El año pasado, a 1.450 personas les robaron sus ciclas. La cifra fue más alta que la del 2013, cuando las autoridades registraron 1.421 casos.
En promedio, son cuatro ciudadanos inermes que a diario son asaltados, muchas veces con armas, como lo prueban las denuncias de los medios de comunicación y lo reconoce el mismo Centro de Estudios y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana (Ceacsc).
Estas denuncias que ha venido haciendo de manera insistente la concejal Lucía Bastidas Ubaté ante la magnitud del problema que están enfrentando los ciudadanos me llevan a retomar en esta columna la situación que están viviendo los biciusuarios, porque como lo señala la concejal, son solo una muestra de lo que les está pasando a las personas que se atreven a subirse a una bicicleta en esta ciudad altamente peligrosa.
Y estas son solo las cifras que conocen las autoridades. En este tema, al igual que en otros relacionados con la seguridad de los ciudadanos, no es posible saber cuántos son los casos reales, porque no todos son conocidos por las autoridades, entre otras razones, porque la gente no denuncia. Y no denuncia, porque es una pesadilla denunciar. Así lo reveló en un debate la concejal Bastidas Ubaté
Los ejemplos abundan, como relató un joven que iba camino a su casa en Suba, cerca al humedal Juan Amarillo y fue asaltado por un hombre armado. “El tipo iba con un arma de fuero; tratando de esquivarlo caí a la vía vehicular, un taxi trató de ayudar pero con el arma nos intimidó a los dos”.
Este joven, que con razón se declaró enojado y frustrado, por no poder transitar tranquilo por la ciudad, se quedó sin su bicicleta y con la impotencia de no poder hacer nada para evitar que lo robaran. Y en las redes sociales, y en los periódicos, y en la televisión abundan los casos, cada vez más frecuentes, de los biciusuarios víctimas de los asaltantes.
El nivel de frustración al que han llegado los usuarios de la bicicleta está reflejado en una carta que un antropólogo envió a la concejal y que me permito transcribir:
“Resulta absolutamente frustrante como ciudadano recibir como remuneración a nuestro aporte a la movilidad el hurto permanente de nuestras bicicletas, algo que en muchas ocasiones viene acompañado de lesiones personales y la pérdida de la vida misma.
Nuestra denuncia radica en que lo que ocurre en Bogotá con el hurto de bicicletas, lejos de ser eventos aislados, obedece a toda una cadena criminal que opera sin ningún tipo de control, bajo la vista de todos y que empieza a cobrar vidas.
Todos los ciclistas sabemos que las ciclorrutas se han convertido en los lugares predilectos para que los delincuentes puedan agredirnos y hurtarnos, razón por la cual es frecuente ver a los ciclistas en las calles junto con los carros e incluso con el TransMilenio, todos sabemos que es una infracción que además puede costarnos la vida, pero es tal vez la única forma de evitar un atraco.
Lo que resulta aún más frustrante es saber que la mayoría de las bicicletas hurtadas son llevadas a las casas de empeño (muy frecuente a las de la caracas entre las calles 68 y 53) o en el centro de la ciudad en cercanías a la estación de la sabana (un lugar llamado Cachivaches, entre otros), lugares que muy pocas veces o nunca reciben visitas de control por parte de la Policía. Por el contrario a los ojos de todos se ve como lavan y pintan bicicletas que evidentemente son hurtadas todos los días a todas horas, como una afrenta y una burla a quienes trabajamos fuertemente para adquirirlas”.
De ahí que tenga toda la razón la concejal Lucía Bastidas cuando señala que hoy, pasar con la bicicleta por un puente peatonal o por un parque, es una actividad de alto riesgo en el que los ciudadanos no solo se exponen a perder su bicicleta, sino su vida. Y la impotencia crece, porque no se ve la acción de las autoridades para proteger a los ciudadanos.