Muere en la India enfermera víctima de violación después de 42 años en estado de coma
–Tras 42 años de estar en estado vegetativo como consecuencia de haber sido violada y estrangulada, murió en las últimas horas en la India la enfermera Aruna Shanbaug, según lo informaron los medios locales.
Aruna Shanbaug falleció a las 9.40 am de este lunes. Los médicos del Hospital KEM dijeron que había estado luchando contra la neumonía en los últimos seis días, indicó The Times of India, que agregó que la exenfermera de 67 años, fue llevada a la unidad médica de cuidados intensivos del hospital Parel después de que tuviera dificultad para respirar.
“Un manto de oscuridad descendió sobre el hospital como consecuencia de la noticia”, destalló el diario.
La mujer fue sodomizada y después estrangulada con una cadena de perro en noviembre de 1973, cuando tenía de 25 años de edad, en hechos sucedidos en el hospital KEM de Bombay, donde dejó de existir como consecuencia de una neumonia.
El agresor, un empleado del servicio identificado como Bartha Valmiki, cogió una cadena de perro, se la puso alrededor de su cuello y casi la estrangula, causando graves daños a sus células cerebrales, que la redujeron a un estado vegetativo.
El sujeto fue condenado a siete años de cárcel por intento de asesinato y robo y no por violación.
En 2011, luego de 29 años de lucha incondicional de la activista y escritora Pinki Virani para poner fin al sufrimiento de la enfermera, el Tribunal Supremo indio aceptó la eutanasia pasiva.
Sin embargo, el máximo organismo judicial indio no permitió que su decisión se aplicara a Shanbaug como había solicitado judicialmente Virani, al considerar que la activista carecía de parentesco o cercanía suficiente con la paciente para poder decidir la retirada de los tratamientos que la mantenían con vida.
La eutanasia pasiva se limita a retirar los sistemas mecánicos o la medicación y alimentación necesarios para mantener con vida al paciente terminal, en comparación con la activa, que consiste en la aplicación de remedios letales para acabar con la vida del enfermo.
“La he visto morirse, poco a poco, con el paso de los años”, recordó la activista Kinki Virani, autora del libro “Aruna’s Story” (1998). En una entrevista con la agencia Efe en 2011 afirmó que Aruna podía “reír, llorar o gritar sin motivo aparente” pero “no responder a (estímulos como) comida, personas o música” porque su cerebro estaba “parcialmente muerto”.
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