Por José Luis Ramírez Morales
Me sentí viendo la final de un reality o de un programa de concurso y no el anuncio de la financiación de la obra más costosa en la historia de Bogotá y del país.
Y ahí estaban, como director el presidente de la República, Juan Manuel Santos, entregando el cheque que simbolizaba el premio por 9,65 billones de pesos. Y como ganador, el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, recibiendo el premio por su actuación.
Y es que, si miramos en perspectiva, la mayoría de los anuncios y acciones en torno a la primera línea del metro ha sido simbólico: tenemos un video de cómo será el metro, pero no tenemos metro ni esperanzas de contar con este servicio a mediano plazo. En videos del metro la ciudad se ha gastado más de 72 millones de pesos.
Nos revelaron los resultados de un estudio socioeconómico en el que nos contaron que construir el metro redundará en ahorros por más de 45 billones de pesos, de aquí al año 2050. Es decir, tendremos que esperar 35 años para ver si las proyecciones de beneficios sí son ciertas, Supuestamente es el ahorro que tendrán los bogotanos en tiempos de desplazamiento, en menos contaminación, en mejor salud, en más eficiencia.
Pero resulta que ese beneficio dependerá de que funcionen como un relojito el metro, los metrocables, las troncales de TransMilenio, los trenes de cercanías, el tren ligero por la séptima, la red de ciclorrutas, todo el Sistema Integrado de Transporte (SITP). Así que, por ahora, esa supuesta ganancia es solo un dato simbólico.
Y a todo este simbolismo se suma que, ahora que el Gobierno Nacional dice que tiene el cheque del metro listo para Bogotá, la ciudad debe decir de dónde va a sacar la plata. La administración dice que acudirá a las reservas de las únicas dos empresas que tienen rentabilidad en la ciudad: la Empresa de Energía de Bogotá y la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá.
Por ahora, esa plata también es simbólica, porque el alcalde no puede disponer de las reservas porque así lo decide, tendrá que contar con las juntas directivas. Las empresas tienen que sopesar con cuidado cuáles inversiones en mejorar sus servicios van a sacrificar si deciden aceptar la solicitud del alcalde de dedicar sus reservas a la aventura del metro.
Claro, ese no es el único problema. El Gobierno Nacional también exige tener un gerente con capacidad de decisión y rodeado de un equipo técnico. Y lo requiere pronto, para seguir avanzando en la estructuración financiera del metro.
Da temor que este tema no se enfrente con responsabilidad, máxime cuando lo que hemos visto en este gobierno es una absoluta inestabilidad e improvisación en el sector movilidad. Los gerentes de TransMilenio no han durado más de un año en promedio, y la secretaria de Movilidad, ni se diga. Van seis gerentes de TransMilenio en algo más de tres años.
El metro no necesita un gerente de bolsillo que cumpla la voluntad de la administración, sino uno que asuma con carácter técnico, jurídico y económico las decisiones más convenientes para la ciudad. Estamos hablando de la inversión más grande en la historia de Bogotá y del país -13,79 billones de pesos- y de que se van a comprometer los ingresos de los bogotanos en los próximos 20 o 30 años.
Claro que como ciudadano apoyo el metro. Es una pieza clave para garantizar, junto con las troncales u otros modos de transporte, un sistema integrado que finalmente garantice un transporte digno para los bogotanos. Lo lamentable es que, por ahora, todo sigue siendo simbólico. El cheque simbólico, el metro simbólico, y un alcalde simbólico.
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