Por Mauricio Botero Caicedo
A todas luces es lamentable la muerte, en Zimbabue, de ‘Cecil’, un hermoso león protegido. Todo parece indicar que el autor fue el dentista estadounidense, Walter Palmer. Se subraya ‘todo parece indicar’ ya que el cazador se supone que estaba utilizando arco y flecha, pero el león murió a causa de un balazo.
El ‘matoneo’ mediático a nivel mundial contra el dentista no parece tener justificación alguna. Según informes de prensa, el profesional ha tenido que cerrar su clínica en Minnesota, y desde que el escándalo ha salido a la luz pública, ha tenido que dejar de atender pacientes.
Si la caza de leones por un precio – generalmente elevado – es lícita, el dentista de EE.UU estaba presumiblemente actuando dentro del marco de la ley. Si los que le vendieron el permiso y lo acompañaron en la cacería eran los que violaban la ley, son a ellos a los que se debe perseguir, no al estadounidense.
A no ser, y albergo serias dudas al respecto, que desde un principio el dentista pagó $50.000 dólares a conocidos estafadores en el entendido que todo lo que iban a hacer era ilegal, el doctor Palmer está exento de culpa. Los verdaderos timadores son los que le vendieron la licencia y lo llevaron a cazar a ‘Cecil’.
De todas formas, y mientras una comisión independiente investiga los hechos, poner en la ‘picota pública’ a un cazador que muy probablemente es inocente, no es correcto. Hasta no ser declarado culpable, todos los ciudadanos tenemos el derecho a ‘presunción de inocencia’. Los medios mundiales, y en Colombia especialmente, se han convertido en ‘Jueces Supremos’ de todo lo divino y humano, abusando alevosamente el derecho a la defensa. Esto es inadmisible e incorrecto.