La severa sequía que azota a Honduras a causa del fenómeno de El Niño tiene al país al borde de una hambruna, mientras el Gobierno que preside Juan Orlando Hernández busca medidas internas y gestiona ayuda externa para paliar la crisis.
La sequía, que para algunos es la más severa de los últimos 50 años, ha destruido en algunas regiones el ciento por ciento de cultivos de subsistencia de granos básicos como maíz y fríjoles.
El fenómeno, que además afecta a otros países vecinos como El Salvador, Guatemala y Nicaragua, podría ser más grave de lo que hasta ahora se ha venido creyendo, ya que según fuentes de meteorología, la sequía continuará durante el resto del año.
Las pocas precipitaciones que se esperan para lo que resta del año no serán suficiente como para asegurar una buena producción de alimentos, advierten expertos, que además han señalado que las lluvias estarían llegando hacia mayo de 2016.
El problema no sería que las lluvias llegaran en mayo, sino que se prevé que puedan ser demasiado a causa de otro fenómeno, la “pareja” de El Niño, La Niña, lo que también puede tener graves repercusiones para un país tan altamente vulnerable como Honduras.
Hasta hace unos 30 años recorrer Honduras por montañas y valles era un espectáculo por el verdor de sus bosques y ríos caudalosos con desembocadura en el Caribe y el Golfo de Fonseca (Pacífico, compartido con El Salvador y Nicaragua). Eso en parte se ha perdido.
En la actualidad, el paisaje en varias regiones es desolador, de tristeza, incluso de llanto para muchos hondureños, en su mayoría pobres, que están viendo en la ruina sus cultivos de subsistencia, con ríos en cuyos cauces no hay una gota de agua, solo piedras.
Otros también están viendo morir su ganado porque no hay pasto y su pobreza no les permite comprar concentrado para alimentarlo.
Más grave es la situación en algunas comunidades del llamado Corredor Seco, que abarca parte del sur y occidente del país, donde los fogones están apagados porque las familias no tienen qué cocinar.
Muchos niños de corta edad son alimentados con mangos verdes, ciruelas, caña de azúcar, raíces o algún tubérculo porque la sequía impidió que crecieran las siembras de maíz y fríjoles, entre otras.
En condiciones normales de tiempo, al campesino local le basta una mirada al cielo para acertar que el invierno comenzará en mayo, para cuando comienza a preparar la tierra y luego inicia la siembra.
En ciudades como Tegucigalpa, donde durante décadas la temperatura ambiente en promedio era de 21 grados centígrados y durante la tarde y noche había que abrigarse, el mercurio está marcando 33, lo que antes era propio de la zona norte.
En el norte, ahora el termómetro oscila entre 38 y 40, en tanto que en el sur, que siempre fue la zona más caliente, está marcando 44 grados centígrados.
Lo poco visionarios, desidia y otros factores por parte de muchos Gobiernos durante el siglo pasado y lo que va del presente, más la tala irracional de los bosques, el crecimiento poblacional y la contaminación de las fuentes de agua, han contribuido al cambio drástico del paisaje de Honduras.
Hay zonas donde la tierra está tan agrietada, que verlas en la actualidad provoca sed, en un país que todavía a inicios de la segunda mitad del siglo XX fue conocido como el granero de Centroamérica por sus grandes producciones de maíz y fríjoles.
El Gobierno de Hernández ha emprendido una campaña de incentivar a la gente del campo a que cambie los viejos métodos de cultivo y sistemas de riego por nuevos que implican el riego por goteo y un mayor uso racional del agua, elemento que en muchas ciudades se desperdicia, aún con la carestía que sufre el país.
Canadá, Estados Unidos, España e Israel, entre otros países, están brindando ayuda para paliar la actual crisis alimentaria e impulsar programas a corto, mediano y largo plazo, entre los que figuran las denominadas “cosechadoras de agua”.
La situación es difícil para más de 80.000 familias en 13 de los 18 departamentos del país que han sido afectados por la sequía, de las que muchas están recibiendo del Gobierno raciones de alimentos de manera temporal, a lo que se están sumando varios sectores sociales, incluso a título personal.
Hernández y expertos coinciden en que por los daños que está sufriendo el país, la situación se compara, aunque sin agua, con el huracán Mitch, que a finales de 1998 dejó más de 5.000 muertos y pérdidas materiales superiores a los 3.000 millones de dólares.
La sequía también está causando daños a los bosques de pino, el árbol que más abunda en el país, a causa de un “gorgojo descortezador” que con el calor se multiplica.
La sequía se suma a la pobreza, violencia, desempleo, corrupción, injusticia, la división entre muchos hondureños y otros flagelos, que pueden causar tanto daño como El Niño y La Niña juntos, según analistas locales.