El menor, identificado como Andrés Felipe Garzón Pérez, mascó y luego escupió este artefacto de pólvora el pasado 11 de noviembre, solo dos días después mostró síntomas de intoxicación.
“Comenzó con un vómito constante, que no se le quitaba. Lo llevamos al hospital San Rafael, de Itagüí, y dijeron que estaba intoxicado. Lo remitieron al Hospital General, donde afirmaron que necesitaba urgente un trasplante de hígado”, comentó Tatiana Pérez, madre del menor.
Pasaron dos semanas y en ese periodo resultó un donante para Andrés Felipe, del cual Tatiana no tuvo conocimiento. El pasado martes en la tarde ingresó al quirófano del Hospital Pablo Tobón Uribe para el procedimiento.
“El trasplante resultó exitoso y en estos momentos el niño se está recuperando. Por fortuna todo está saliendo bien”, comentó Tatiana sobre cómo veía a su niño luego del procedimiento. El dictamen que entregaron desde el Pablo Tobón Uribe indicó que “se está pendiente de la evolución del procedimiento y apenas en las últimas horas está reaccionando de esta operación”.
Ella se enteró de que su hijo había consumido ese elemento porque “un amigo con los que estaba contó que Felipe se metió el tote a la boca y, al ver que no le hacía nada, lo escupió. Eso fue suficiente para que le provocara el grave daño en el hígado”.
Se espera la pronta recuperación de Andrés Felipe, quien este año culminó tercero de primaria en la Institución Educativa María Jesús Mejía, ubicada en el mismo barrio donde reside. Su mayor sueño “es ser futbolista profesional. Aún no está en una academia, pero ha mostrado talento para jugar”, comentó su mamá.
Ubier Eduardo Gómez, médico toxicólogo del Hospital San Vicente Fundación, explicó que “un tote mata a un niño y cuatro matan a un adulto, porque contienen un tipo de químico que se llama fósforo blanco, el cual puede llevar rápidamente a la muerte. Se puede detectar porque la persona tiene un aliento a ajo, presenta diarrea y las deposiciones, si se llevan a la oscuridad, se ven fluorescentes”.
Colprensa