Por Mauricio Botero Caicedo
El presidente de Argentina, Mauricio Macri, merece tres entusiastas aplausos:
– El primero es por haber roto todos los vínculos oficiales con el chavismo, siendo la última decisión el dejar de financiar la cadena de noticias Telesur. Esta cadena no era más que una extensión del Ministerio de Propaganda del Socialismo del Siglo XXI.
Fundada en el 2005 por el finado Hugo Chávez, dicha cadena lo único que hace es destacar las noticias positivas de los aliados de Venezuela, incluyendo los narcoterroristas de las Farc y el ELN, y al anverso de la moneda, destrozar todos los enemigos reales o supuestos del chavismo como Colombia. Acabar con esas vagabundería de Telesur es un paso correcto por parte de Macri.
– El segundo aplauso se lo merece Macri por la persecución, sin dejarse intimidar, de esa recua de pícaros que componen el Clan Kirchner. Néstor y su esposa Cristina durante lustros se dedicaron a enriquecerse a costa del pueblo argentino. La parejita le ha hecho creer a los argentinos que su pasado fue como heroicos guerrilleros: la verdad es otra ya lo que en realidad eran ‘chepitos’. Es decir, cobradores de cartera a deudores hipotecarios morosos. Y precisamente en esa actividad bancaria, Néstor conoció a un cajero, Lázaro Báez, quién bajo la sombrilla de los Kirchner se ha convertido en uno de los grandes zares de la construcción en el país austral. Otro de los amigos de la pareja, Cristóbal López, dueño de Casinos y de Imperios de Medios, es uno de los hombres más ricos de Argentina. Y ni hablar de los mismos Kirchner que son los dueños de la mitad de Calafate. Lo que Macri pretende hacer, y merece el aplauso del mundo entero, es desmadejar el ovillo de corrupción meticulosamente armado por Néstor, Cristina y sus áulicos.
– Finalmente Macri merece otro aplauso por no haber dejado que aquellos idiotas que creen que todos los problemas que atraviesa América Latina son culpa de Estados Unidos empañaran la exitosa visita de Obama a Argentina. Hay un grupo de tontos, regados a lo largo y ancho del Continente, que rehúsan a aceptar que casi la totalidad der los graves problemas que enfrentamos los latinoamericanos son de nuestra propia cosecha y los gringos poco o nada tiene que ver con ellos.