Una de las charlas que cerró esta Feria del Libro 2016 fue la que dio la premio Nobel de Paz estadounidense Jody Williams, quien compartió con los capitalinos su experiencia en la lucha en contra de las minas antipersonales.
Jody Williams llega al auditorio y de inmediato saluda con sencillez a los asistentes a su conversatorio en la Feria del Libro. No le gustan las selfies, ni las fotos, sonríe a pesar de que está un poco indispuesta por problemas de salud y da la mano mirando a los ojos. Es la imagen de una mujer que se niega a ser encasillada a pesar de haber ganado el Nobel de Paz en 1997 y que cree que cambiar el mundo no es una cosa de magia, sino de acción con convicción.
“Yo no soy el Nobel, soy Jody Williams. Otra cosa es que eso me da un poquito más de influencia, abre puertas, pero yo no soy el Nobel, yo soy yo, una activista de base”, dice con calma.
Con su curioso sentido del humor, afirma que la gente piensa que ella es como la madre Teresa de Calcuta cuando oyen que ganó el Nobel de Paz, pero que de santa no tiene, ni quiere tener nada. Por eso siempre se muestra tal y como es, así como lo escribió en su autobiografía. “La vida no es un concurso de popularidad y nunca he vivido mi vida así. No me interesa”.
Su premisa es sencilla: todos podemos ser activistas y buscar la manera de cambiar el mundo, así como lo hizo ella en los setentas, cuando inició su activismo en contra de la guerra de Vietnam, luego se vinculó a la ayuda de El Salvador en medio de su guerra civil y después haría parte de los grupos que lograron la prohibición internacional del uso de minas antipersonales.
“Todos somos capaces, no tiene que ver con un título ni con el dinero, es cuestión de corazón, espíritu. Quiero que la gente sepa que siendo común y corriente como yo podemos, si trabajamos juntos, cambiar este mundo que tanto lo necesita”, afirma Jody.
Su trabajo en contra de las minas antipersonales le valió el Nobel de Paz en 1997, y desde allí no ha parado con el fin de lograr el sueño de que ningún país use esta arma, que no solo mutila cuerpos, sino vidas y sueños.
“36 países que antes tenían en el mundo territorio minado ahora son libres de minas, incluyendo países como Mozambique en África. Es posible, hay que hacer un plan de acción y poquito a poco se van a lograr más territorios sin minas, es acción”, dice con optimismo.
Jody destaca el valor de las mujeres para cambiar las lógicas del conflicto creadas por los hombres y su valor para unirse en contra de la violencia. Por eso se reunió con otras seis mujeres ganadoras del nobel para apoyar a las activistas a nivel mundial.
Frente al proceso de paz colombiano dice: “Después de un conflicto armado de 5 décadas se me hace que la gente quiere una paz exprés y eso no es posible para hacer un acuerdo. Tiene que fijarse en detalles, y si no lo hacen bien, el camino hacia la paz sostenible no va a dar resultado. Mejor tomar el tiempo que necesitan antes de firmar algo con vacíos”.
Jody se muestra optimista hacia el futuro, cree que los jóvenes cada vez son más conscientes de su papel como transformadores sociales y valora las redes sociales como un lugar de encuentro para la acción, porque según ella “quejarse en casa o en un bar con un vinito bueno no es estrategia de cambio. No hace nada. Quejarse sin acción no sirve de nada”.
Con su sonrisa característica remata una charla inspiradora con un detalle de su vida. En su juventud fue hippie. El cronista Alberto Salcedo Ramos le pregunta si aún queda en ella algo de esos años, a lo que ella responde: “Sí ser hippie significa que quiero ver cambios, que no acepto lo que me dice el Gobierno, que no me importa la opinión de otra gente frente a mi trabajo, que no me creo más que otros, entonces soy hippie”.