Por: Luis Eduardo Forero Medina
Antes que comenzaron a llegar los principales grupos farmacéuticos mundiales el suizo Roche en 1945, y los americanos Abbott , Pfizer en 1953 , Merck y Johnson en 1957, los colombianos cuando se enfermaban acudían a remedios naturales o a medicinas preparadas por los boticarios que tuvieron su ocaso a finales de la década de los setenta, cuando los medicamentos que se habían comenzado “a desarrollar a partir de 1945 empiezan a dar sus frutos.” Roche, Pfizer y Merk , están entre las 50 compañías con mayor cotización en las bolsas de todo el mundo.
Los pioneros de la industria farmacéutica en Colombia son los laboratorios JGB (Jorge Garcés Borrero), que desde la década de los veinte ofrecían “calmantes para los nervios”, y hoy cuenta con más de 1000 empleados. JGB Procaps y Tecnoquímicas son las más representativas de las farmacéuticas colombianas.
Cuando después de un tiempo considerable de investigación y ensayos con animales, se lleva a las estanterías de las farmacias un nuevo fármaco o una vacuna, comprobada la eficacia en los seres humanos, aparece la “cuestión neurálgica”, como la califica la Organización Mundial de la Salud (OMS), de la PI –propiedad intelectual-, cuando se expide la patente para su comercialización. Esa Organización considera que Los derechos de propiedad intelectual son importantes, pero como instrumento, no como meta.” Tampoco está bien que la P.I. “se vincule indebidamente con el empeño nacional en favor de la paz”, indicó la Asociación de Laboratorios Farmacéuticos de Investigación y Desarrollo –AFIDRO- creada hace 50 años y que agrupa 19 laboratorios de 133 que funcionan en Colombia, que entre todos vendieron el año pasado más de 3 billones de pesos. El 90% de los laboratorios nacionales están agrupados en la Cámara de la Industria Farmacéutica de la ANDI.
Así como la industria armamentista sobrevive si hay guerras, la farmaceuta vive del dolor ajeno; en el mundo, el mercado farmaceuta vende y produce más utilidades que las armas y las telecomunicaciones. Esa bonanza se mantiene año tras año y permite que en el planeta 90 personas ‘milmillonarias’ vivan gracias al sector farmacéutico, según Intermón Oxfam. Los laboratorios farmacéuticos más poderosos del mundo han sido cuestionados por emplear los más insospechados métodos de presión a gobiernos, intimidar a médicos, imposiciones a los visitadores médicos, crear falsas alarmas epidémicas, fundar aparentes revistas especializadas, organizar eventos “científicos”, emplear ingentes recursos en publicidad muchas veces engañosa, frente a los pocos para investigación de nuevos productos, y mandar la mano al bolsillo a quien sea para mantener su posición privilegiada en el mercado, donde se venden medicamentos con sobreprecios de hasta el 700%, , v. gr para la demencia, bipolaridad, sida, alzhéimer, párkinson y artritis reumatoide. El Timantil de 5 miligramos con un costo regulado por $7.352, se vendía $64.000. Entre 2013 y 2015 la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) impuso sanciones a laboratorios farmacéuticos de $13.781 millones por irregularidades. Algunos laboratorios se habrían lucrado en 2009 con las alarmas de la aviar y la A/H1N1, habiéndose puesto al descubierto que la OMS, que había recomendado el Tamiflú, escondió los vínculos financieros entre sus expertos y las farmacéuticas Roche y Glaxo.
En Colombia y en el mundo las farmacéuticas multinacionales, hablan de tú a tú “al oído” con los gobiernos, según una carta enviada al presidente de la República por el Comité para la Veeduría Ciudadana en Salud. Para vigilar a los laboratorios farmacéuticos se ubican a personas del gremio, como sucedió en Colombia, cuando Blanca Elvira Cajigas de Acosta que ejerció por 4 años como Directora del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), llevó como asesora a Inés Elvira Ordóñez, que se ejercía como directora médica de Afidro.
Es innegable que los medicamentos han mejorado la calidad de vida y salvado muchas, pero por cuenta de ellos también ocurren miles de muertes por remedios falsificados, recetas equivocadas, automedicación, simuladas compañas de sus presuntos efectos, productos fraudulentos que prometen curas milagrosas, compras riesgosas en Internet, y por falta de capacidad de compra, que es cuando el remedio es peor que la enfermedad.
El dolor los laboratorios lo sienten en carne propia, cuando les vencen las patentes o les niegan la exclusividad para nuevos usos; las conceden a otros laboratorios, y es cuando surge la oposición; los multan, -aunque siempre las impugnan-, cuando las autoridades sanitarias someten a control directo miles de productos, y el “enfrentamiento” con el crimen organizado de los medicamentos falsificados, grave riesgo para la salud de los pacientes, y que generan al año 250.000 millones de dólares, según la Organización de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDC.)
En Colombia rige la Política Farmacéutica Nacional expedida por el Conpes 2012 y una veintena de circulares expedidas de 2006 a 2014 sobre control de precios de medicamentos. Según analistas del sector, una Política farmacéutica debe centrarse más en la prevención de la enfermedad, que en su cura; capacitación del personal público y privado, y si hay que recurrir a medicamentos hacer una mejor utilización de los fármacos.
Aunque todo ser humano tiene derecho a medicamentos legítimos y eficaces, incluidos los medicamentos genéricos, aparecidos en la década de los 80 del siglo pasado, no hay alivio cuando al paciente se le niega el acceso al sistema universal en salud, sobre todo en los países en desarrollo, o se proyecta prohibir los medicamentos genéricos, como se discute en la Cámara de Representantes con el Proyecto 246 que contendría varios disparates.