La FAO alerta: 1.300 millones de toneladas de alimentos se pierden, mientras mil millones de personas pasan física hambre
–La Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, expresó su alarma por la aterradoras cifra de mil 300 millones de toneladas de alimentos que se pierden al año en el mundo, mientras casi mil millones de personas pasan hambre.
En otros términos, el informe de la FAO establece que un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o se desperdicia en todo el mundo–van a la basura–, lo que equivale a cerca de 1.300 millones de toneladas al año.
“Es un exceso en una época en la que casi mil millones de personas pasan hambre, y representa una pérdida de mano de obra, agua, energía, tierra y otros insumos utilizados en la producción de esos alimentos”, advierte el organismo internacional.
El hambre sigue siendo uno de los desafíos más urgentes del desarrollo, pero el mundo produce alimentos más que suficientes, señala. La iniciativa Save Food, dirigida por la FAO, colabora con organismos internacionales, el sector privado y la sociedad civil para permitir que los sistemas alimentarios reduzcan la pérdida y el desperdicio de alimentos, tanto en los países en desarrollo como en el mundo industrializado.
Los alimentos se pierden o se desperdician a lo largo de toda la cadena de suministro, desde la producción agrícola inicial hasta el consumo final en los hogares.
Las pérdidas de alimentos representan un desperdicio de los recursos e insumos utilizados en la producción, como tierra, agua y energía, incrementando inútilmente las emisiones de gases de efecto invernadero.
La FAO explica que la pérdida y el desperdicio de alimentos hacen referencia a su merma en las etapas sucesivas de la cadena de suministro de alimentos destinados al consumo humano. Los alimentos se pierden o desperdician en toda la cadena de suministro, desde la producción inicial hasta el consumo final de los hogares.
La disminución puede ser accidental o intencional, pero en última instancia conduce a una menor disponibilidad de alimentos para todos. Cuando los alimentos se pierden o estropean antes de llegar a su fase de producto final o a la venta minorista, hablamos de pérdida de alimentos.
Esto puede deberse a problemas en la recolección, almacenamiento, embalaje, transporte, infraestructura o a los mecanismos de mercado, o de los precios, así como a los marcos institucionales y legales.
Las bananas recolectadas que se caen de un camión, por ejemplo, se consideran pérdida de alimentos. Cuando los alimentos son aptos para el consumo humano, pero no se consumen debido a que se deja que se estropeen o son descartados por los minoristas o los consumidores, se llama desperdicio de alimentos. Esto puede deberse a las reglas de etiquetado de fecha de caducidad rígidas o mal entendidas, o a prácticas de almacenamiento, compra o de cocina inadecuadas. Por ejemplo, cuando un establecimiento tira a la basura una caja de bananas porque tienen manchas marrones, se considera un desperdicio de alimentos.
A su turno, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), institución financiera internacional y un organismo especializado de las Naciones Unidas, asegura que casi 800 millones de personas se van a la cama con hambre todas las noches en el mundo.
Por esto, los organismos de la ONU -FAO, FIDA y PMA, se comprometieron a llevar adelante el “Desafío Hambre Cero”.
De acuerdo con la FAO, hoy en día, una de cada tres personas en el mundo –casi 2 mil 500 millones- sufren de al menos una forma de malnutrición, que va desde el hambre a la obesidad, pasando por la falta de nutrientes vitales.
Además, cerca de 159 millones de niños menores de cinco años sufren retraso del crecimiento, lo que significa que tienen una estatura baja para su edad. Otros 50 millones de niños en esa franja de edad padecen emaciación: tienen un peso bajo en relación con su estatura.
Al mismo tiempo, cerca de mil 900 millones de personas tienen sobrepeso, de los cuales 600 millones son obesas.
La malnutrición sigue afectando de manera desproporcionada a mujeres y niñas, que a menudo renuncian a los alimentos a favor de los miembros masculinos de la familia, o carecen de ingresos para asegurarse una nutrición adecuada para ellas mismas.
Las estimaciones sugieren que la subalimentación materna e infantil puede suponer un coste de hasta un 11 por ciento del PIB, ya que la malnutrición en los primeros años de vida resulta a menudo en problemas de salud en la edad adulta.
Por el contrario, los niños bien alimentados tienen un 33 por ciento más de probabilidades de escapar de la pobreza al llegar a adultos. Esto significa que invertir en la nutrición tiene un potencial importante para romper los ciclos de pobreza endémica e impulsar el desarrollo económico, permitiendo a las personas disfrutar de una vida sana y productiva, concluye la FAO.