Por Mauricio Botero Caicedo
Con la llegada de la paz, el autor de esta nota se hizo una serie de ilusiones, siendo la principal de ellas la desaparición – aunque fuera escalonada – de los ejércitos de escoltas que supuestamente protegen a los altos burócratas del Estado; a personajillos que antaño jugaron un papel y que argumentan no poder vivir sin protección por cuenta de los contribuyentes; y a varios ‘cacaos’ y altos ejecutivos cuyos esquemas de seguridad por lo menos corren es por cuenta de ellos, y no de los que pagamos puntualmente los impuestos.
Pero las ilusiones de desaparición de estos ejércitos de rufianes, tan abusivos como patanes, fueron flor de un día. El gobierno, lejos de desmontar los esquemas de seguridad en un periodo de postconflicto, lo que va a hacer es duplicar su número. Ahora resulta que se va a montar un esquema de seguridad de mil doscientos ex – guerrilleros para proteger las cabecillas de las Farc. No quiero ni pensar la suerte del pobre ciudadano que tenga el infortunio de cruzarse con los escoltas armados de un ex –terrorista. Quien escribe esta nota asume que fuera de los escoltas, el gobierno les va a dar a las cabecillas de las Farc todo tipo de camionetas blindadas con los cuales estos sujetos, escoltados por cuatro por cuatros y motos, van a poder desplazarse a sus anchas a los largo y ancho del país.
Por lo general, con contadas y honrosas excepciones, los escoltas tanto del sector oficial como el privado, son unos cafres. No hay un solo reglamento de tráfico que no violen con toda impunidad; no hay una sola pauta de urbanidad que no se pasen por la faja; no hay una solo ejemplo de elemental decencia que les interese seguir o imitar.
Pero lo que más risa causa es la sistemática burla a las autoridades que insisten que SOLO los escoltas del Presidente pueden parar el tráfico para permitirle a sus los ‘personajes’ circular por encima de todos los otros vehículos. Todo motociclista escolta siente que es su derecho parar el tráfico y violar los semáforos, por no hablar de los carriles exclusivos del Trasmilenio cuando y como le venga en gana. Las leyes y las ordenanzas son para los ciudadanos del común, no para sus jefes.