La primera importación de sangre a Colombia, que a su vez fue la primera exportación de este material biológico desde Brasil, salvó la vida de una niña de 15 meses hospitalizada en el San Vicente de Paúl, de Medellín.
En condiciones normales, una transfusión sanguínea jamás habría requerido una logística tan compleja. Pero este fue un caso particular, pues no se tiene identificado a ningún otro colombiano que tenga el tipo de sangre de la menor, conocido como “fenotipo Bombay”.
El procedimiento, realizado con éxito el 12 de julio en el San Vicente de Paúl, fue el desenlace de una odisea que comenzó una semana atrás, cuando la menor llegó al hospital de la capital antioqueña con vómitos y la respiración entrecortada. La revisión médica encontró que la niña presentaba bajo peso para su edad, anemia y –lo más grave–, una hemorragia en las vías digestivas que hacía urgente la transfusión.
Aunque los exámenes iniciales concluyeron que el tipo de sangre a transfundir era O negativo, ninguna de las muestras resultaba compatible. Dos bacteriólogas del hospital advirtieron que se trataba de un caso especial, y se empeñaron en buscar una respuesta. Conclusión: la menor no tenía sangre A, ni B, ni AB, sino del fenotipo Bombay, que, de acuerdo con la escasa literatura científica sobre el particular, tienen uno cada 10.000 habitantes en la India (país donde se describió por primera vez) y uno cada millón en Europa.
“El cuerpo de la niña no reconoce ningún tipo de sangre conocido –explica María Isabel Bermúdez, coordinadora de la Red Nacional de Bancos de Sangre, del Instituto Nacional de Salud (INS)–. Una transfusión con el tipo equivocado habría provocado daño renal e incluso la muerte”.
El viernes 7 de julio, una vez informado del caso, el INS comenzó a buscar posibles donantes en Colombia. Al no encontrarlo, expandió la búsqueda a otros países de la región, a través de una red conformada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
La red de bancos de sangre de Brasil fue la única que informó que tenía identificado un posible donante. Era un joven de 23 años, residente en la ciudad de Fortaleza (nororiente de Brasil), consciente de su particularidad biológica y sensibilizado en el tema de la donación. El sábado, el joven donó 370 mililitros de su sangre, una cantidad equiparable a la de una botella personal de gaseosa.
Los siguientes retos eran obtener los permisos para exportar la sangre –lo que implicó la participación de la oficina de Cooperación y Relaciones Internacionales del Ministerio de Salud de Colombia y de su par en Brasil–; garantizar que la sangre llegara en buen estado al cuerpo de su destinataria final; y –lo más importante– mantenerla estable pese a su gravedad.
“Aparte del alto nivel de preparación y dedicación que mostraron nuestros profesionales, observamos que la red colaborativa de autoridades de salud que hemos conformado a nivel regional está funcionando de manera permanente, efectiva y solidaria –comenta Jaime Matute, coordinador de la oficina de Cooperación–. Este caso exitoso es una muestra de ello”.
La vocación de colaborar quedó más que confirmada cuando Natalicia Silva, una enfermera del hemocentro de Fortaleza, se ofreció como voluntaria para viajar con la bolsa de sangre y asegurar que, dentro de una nevera, mantuviera la temperatura adecuada durante las más 20 horas de viaje. Después de hacer escala en Sao Paulo, Panamá y Bogotá, la sangre llegó a las seis de la tarde del 11 de julio al hospital San Vicente.
Confirmada la compatibilidad, el material biológico fue fragmentado: 80 centímetros cúbicos fueron destinados a la transfusión a la niña –era la cantidad requerida para su peso y edad– y lo restante, para conservar en caso de una nueva necesidad. Como explica María Isabel Bermúdez, al no ser el fenotipo Bombay una causa de enfermedad, “las personas con este tipo de sangre por lo general están sanas y por eso no se tienen identificadas”.
Martha Lucía Ospina, directora del INS, resalta los aprendizajes y el valor de la experiencia. “Esta es una historia inédita que nos demuestra que hemos alcanzado unas capacidades impensables hace un par de décadas. Encontrar un donante en un país distinto, obtener los permisos en tiempo récord, trasportar la sangre, conservar la cadena de frío y transfundir de manera oportuna son pasos que requieren una logística compleja. Acá no solo estamos viendo un buen uso de las nuevas tecnologías y del trabajo en red. Estamos viendo cómo la cooperación internacional salva vidas”.