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“No pierdan la Paz por la cizaña”: papa en encuentro con víctimas y combatientes del conflicto armado

Imágenes: youtube

Este viernes el papa Francisco escuchó el drama del conflicto colombiano de la voz de dos excombatientes y dos víctimas que contaron sus historias de dolor y de recuperación, durante el acto de reconciliación celebrado en la ciudad de Villavicencio.

Francisco viajó a Villavicencio para dedicar una misa y después un acto para mandar un mensaje de reconciliación a un país dividido tras los acuerdos de paz con las FARC tras 53 años de conflicto armado y más de 8 millones de personas afectadas.

El papa escuchó con total concentración en el parque de las Malocas de Villavicencio, los testimonios de víctimas y victimarios, representantes de los que hoy acudieron al evento central de esta visita papal.

Comenzó Juan Carlos Murcia Perdomo, del Caquetá y por 12 años militante en las FARC.

Murcia dijo que: “Cuando me reclutaron tenía dieciséis años; después de poco tiempo perdí la mano izquierda, manipulando explosivos”, comenzó así su relato Murcia, quien explicó que colaboró con “convicción en la causa de la revolución”.

Y agregó: “Con el tiempo, sin embargo, me sentí frustrado y utilizado. Al mismo tiempo, sentía una ansiosa nostalgia por mis padres, de los cuales me habían obligado a perder cualquier rastro”, explicó.

Este exguerrilero fundó Funddrras, una fundación para el desarrollo del deporte y para que los jóvenes no sean reclutados ni por las armas ni por las drogas.

Luego el turno fue para Deisy Sánchez Rey, originaria de la ciudad de Barrancabermeja y reclutada por su hermano para las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) cuando tenía 16 años.

Sánchez dijo: “Por 3 años abracé las armas, desempeñándome sobre todo en las comunicaciones, hasta cuando fui arrestada. Después de más de dos años de cárcel quería cambiar de vida, pero las AUC me obligaron a entrar nuevamente en sus filas, donde permanecí hasta cuando se desmovilizó el Bloque Puerto Boyacá, del cual era integrante”.

“Entendí que yo también fui una víctima y merecía una oportunidad”, dijo.

y agregó que ha aceptado “que era justo que aportara a la sociedad, a la cual había hecho daño gravemente en el pasado” y por ello decidió estudiar sicología especialista en Derechos Humanos y ahora trabaja con población víctima de la violencia y con jóvenes vulnerables y personas adultas en rehabilitación por consumo de drogas.

“Quiero decirles a estas personas que iniciaron el proceso de dejación de armas que es el proceso que deben seguir”, agregó.

Deisy pidió al papa que rece para que los colombianos se reconcilien” y que con sus vidas “sanen las heridas”.

Luz Dary Landazury, víctima de la explosión por la guerrilla en los alrededores de Tumaco, en el Océano Pacífico colombiano, en octubre de 2012 y que le causó importantes daños en una pierna, también contó su testimonio.

“Lo que recuerdo era el llanto Luz Ariana, mi niña de 7 meses, ella estaba cubierta de sangre”, explicó.

Landazury contó: “Descubrí que no podía seguir llena de odio, porque si me limitaba a transmitir este odio, creaba más violencia todavía”. añadió.
Ahora, relató, se dedica a ayudar a las víctimas de las minas.

La vida de Pastora Mira García ha estado repleta de tragedias desde cuando con seis años mataron a su padre, y después cuando mataron a su marido y quedó sola con una niña de 2 meses.

“Entré a trabajar en la inspección de policía, pero tuve que renunciar por las amenazas de la guerrilla y los paramilitares, que se habían instalado en la zona”, explicó Mira.

En 2001, continuó Mira ante el papa, “los paramilitares hicieron desaparecer a mi hija Sandra Paola. Emprendí su búsqueda, pero encontré el cadáver solo después de haberlo llorado por 7 años”.

“En 2005, el Bloque Héroes de Granada, de los paramilitares, asesinó a Jorge Aníbal, mi hijo menor”, agregó.

Contó que tres días después de haberlo enterrado, encontró herido a un joven y le cuidó y descubrió después que era uno de los asesinos de sus hijos, que le reveló cómo lo habían torturado antes de matarlo”.

“Todo este sufrimiento me ha hecho más sensible al dolor ajeno y, a partir de 2004 trabajo con las familias de las víctimas de desaparición forzada”, dijo.

Pastora pidió que la oración de hoy sirva para el perdón y “para romper el ciclo de violencia que ha vivido Colombia en las últimas cinco décadas”.
Esta mujer depuso a los pies de la cruz de Bojayá la camisa que su hija desaparecida había regalado a su hermano Jorge Aníbal.

“La conservamos en familia como auspicio de que todo esto nunca más vaya a ocurrir y la paz triunfe en Colombia”, dijo la mujer.

“Dios transforme el corazón de quienes se niegan a creer que con Cristo todo puede cambiar y no tienen la esperanza de un país en paz y más solidario”, concluyó la mujer que arrancó los aplausos de los 6.000 presentes.