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Opinión

Complejo de ombligo

por Mauricio Botero Caicedo
En una de sus recientes exhortaciones ante los colombianos, el presidente Santos afirmó: “El mundo entero está pendiente de que el Estado colombiano cumpla con su palabra empeñada”. En otras palabras, que Colombia es el ombligo del mundo.

Creo oportuno hacerle a los que escriben los discursos del presidente Santos una aclaración: el ‘mundo entero’ no está pendiente ni de Colombia, ni tiene mayor idea de que se trata la tal ‘palabra empeñada’. Si bien en un momento dado, el año pasado, cuando se celebró en el Teatro Colón la mal llamada ‘Firma de la Paz’ hubo importante cubrimiento mediático internacional, el hacerle creer a los colombianos que al mundo hoy en día le importa un pepino las deliberaciones internas sobre determinados aspectos del Acuerdo de La Habana, es un engaño. Desgraciadamente el Presidente, que se la pasa recibiendo homenajes “pendejos” en el exterior (según la afortunada frase de Patricia Lara) tiene una visión distorsionada de lo que al mundo le importa; y lastimosamente sí cree en el cuento que al mundo le pone la menor atención a lo que está pasando en Colombia. La realidad es otra.

Por otra parte, Santos afirma que la palabra empeñada es del Estado. Se equivoca el mandatario ya que la ‘palabra empeñada’, como lo han dejado en claro numerosos constitucionalistas, es de su gobierno y no del Estado. Santos sometió el ‘Acuerdo de Paz’ a un plebiscito en que no fue aprobado por la mayoría de los colombianos. En base a torcerle el pescuezo a la Constitución, y después de algunas emiendas minúsculas, el gobierno logro que en el Congreso le aprobaran lo acordado en La Habana. Pero en el ordenamiento jurídico hay una máxima: “las cosas se deshacen en la misma forma en que se hacen.” Dado que fue un gobierno el que llego a unos compromisos, otro gobierno puede llegar a modificarlos y adquirir, si es el caso, otros compromisos. Eso de que lo que se firmó en el Teatro Colón es un ‘Compromiso de Estado’ no pasa de ser un deseo, por no hablar de una quimera, de la actual administración.