por Mauricio Botero Caicedo
La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) es una comunidad política y económica entre doce países suramericanos (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela), concebida el 8 de diciembre de 2004, en Cuzco (Perú), en la Tercera Cumbre Suramericana. El 23 de mayo de 2008, se firmó, en Brasilia, el Tratado Constitutivo que estructuró y oficializó esta organización, y está ratificado por todos los miembros.
Según afirman algunos de los defensores de esta institución, todas las acciones de Unasur se diriegen a la construcción de una identidad regional “apoyada en una historia compartida y bajo los principios del multilaterismo, vigencia del derecho en las relaciones internacionales y el absoluto respeto de los derechos humanos y los procesos democráticos.”
Pero haciendo abstracción de tan loables propósitos, la realidad es que Unasur nunca pasó de ser un fortín burocratico de tercer nivel en los que las más repugnantes dictaduras y regimenes de iquierda se apoyan para perpetuarse en el poder. Esta inútil organización está en manos de vagabundos como Nicolás Maduro en Venezuela y Evo Morales en Bolivia, quienes maniobraban detrás de las bambalinas para tener el irrestrico apoyo del organismo parásito. Otro defensor de Unasur era el anterior presidente del Ecuador, Rafael Correa, un verdadero sinverguenza que pretendía entronizarse indefinidamente en el poder. Hoy Correa está al borde de la cárcel por haber pretendido secustrar y eliminar en Colombia a un opositor a su regimen.
Unasur merece desaparecer, y desaparecer lo antes posible. Colombia debe retirarle el apoyo economíco a estos sinverguenzas a la mayor brevedad posible ya que toda contribución que se haga es botar recursos que no nos sobran.