Por: Juan David Escobar
El control social es la facultad que tienen los ciudadanos de vigilar la gestión de los servidores públicos, y de los particulares que se encuentren ejerciendo función pública. La idea es evitar posibles actos de corrupción por parte de los servidores públicos, y, que éstos eviten también, incurrir en posibles errores que logren afectar potencialmente el desarrollo de la nación.
El control y la vigilancia de la ciudadanía se ejercen a través de un modelo de Estado Democrático que permite generar un nexo directo entre ésta y los servidores públicos que ostentan la administración del erario. Por ende, la obligación del servidor público es de plena rendición de cuentas a la ciudadanía, ya que, a través de esta es que encontramos los elementos de juicio necesarios para determinar si hay malversación en los recursos o alguna irregularidad que pueda poner en detrimento las finanzas estatales.
Las veedurías tienen una finalidad preventiva, en tanto, pretenden regular el actuar de los servidores públicos. Dicho actuar debe basarse en los principios de transparencia y moralidad, para cualquier actividad pública, pues aquella es la garantía que tenemos como colombianos de que nuestras autoridades administrativas estén obrando de manera adecuada, alejados de cualquier acto de corrupción o politiquería. Así les exigimos a los dirigentes públicos estricto cumplimiento en sus deberes y obligaciones.
La vigilancia ciudadana es trascendental porque se constituye como un foco de desarrollo. Dicho ejercicio democrático es vital para que nuestros recursos sean utilizados de manera idónea. No obstante, hay que tener en cuenta que, para efectuar dicho control social y vigilancia, es menester una plena preparación e información por parte del ciudadano, en la medida en que, si no se tiene conocimiento e interés por lo público, difícilmente podremos efectuar una labor efectiva tendiente a limitar los abusos y arbitrariedades por parte de las autoridades.
El tema presente es un aspecto necesario dentro de la construcción de una cultura política crítica y propositiva, pues no es factible imaginar el cumplimiento de aquella función de vigilancia por parte de la ciudadanía cuando de manera previa hay apatía de la población frente a lo público. El ejercicio de lo público es un aspecto sagrado en cualquier democracia, y, por ello, es necesario que todos estemos involucrados en el mismo, puesto que de dicha actividad dependerá nuestro desarrollo como conglomerado social.
Debemos proponer previamente una campaña de cultura política y ciudadana que, logre concientizar a todos los ciudadanos de la importancia de estar involucrados en los asuntos públicos. Posteriormente, luego de realizar dicha labor, debemos comenzar con las funciones de veedurías y control social. Si generamos cultura política, disminuirá directamente, el número de dirigentes corruptos que se apropian de nuestros recursos debido a la indiferencia ciudadana. La clave está en participar activamente. Si no lo hacemos, la corrupción continuará pelechando en estas tierras fértiles. Luego, no nos quejemos.