La SIJIN de Bogotá capturó a nueve personas, de las cuales, seis de ellas pertenecían a una misma familia y que conformaban una estructura criminal conocida como ‘Los del Cerro’ o ‘La Banda de Stiven’, que se dedicaban a la venta de estupefacientes y a la comisión de muertes violentas, por el control de territorios y ajuste de cuentas.
La historia de esta estructura criminal, comenzó un par de años atrás, con un hombre a quien llamaban ‘Rasguño’, inicialmente tomando el control del sector de El Tango, en el barrio Colina de la localidad de Rafael Uribe Uribe, bajo amenazas y homicidios de quienes se oponían a su accionar criminal.
Adicional a esto, se dedicaban a prestar sus servicios como delincuentes para hurtar entidades bancarias y también eran contratados como sicarios a sueldo.
Sin embargo, ‘Rasguño’, fue asesinado el pasado mes de marzo y a partir de allí, su hijo ‘Stiven’ de 22 años de edad, quien creció viéndolo cometer atroces crimines y liderar el “negocio familiar”, tomó las riendas de la estructura, donde también delinquía su progenitora, su hermana, una de sus tías, su compañera sentimental y uno de sus cuñados.
Con más fuerza y más violencia, ‘Stiven’ se desplazó con la banda al sector de Molinos, en esta misma localidad, buscando tener un mayor alcance en la venta de estupefacientes. Allí empezó a instrumentalizar menores de edad como ‘campaneros’, es decir, quienes les avisaban cuando había controles de la Policía y también para que fueran ellos los que transportaran los alucinógenos de un sector a otro, evitando levantar sospechas.
Así mismo, en esta zona obligó a varias familias a abandonar su hogar, pues amenazaba de muerte a quienes intentaban denunciarlos, generando pánico y zozobra en los habitantes, que preferían irse, a esperar que ‘Los del Cerro’, hicieran efectivas las amenazas.
En la investigación adelantada por la SIJIN de Bogotá, se estableció la responsabilidad de esta estructura criminal en tres homicidios, sin embargo, aún continúan las indagaciones, teniendo en cuenta que se les sindica de al menos 10 muertes violentas.
En cuanto a la venta de estupefacientes, los videos de seguimiento fueron claves para evidenciar la manera como vendían las sustancias, a plena luz del día, en parques y hasta en los alrededores de colegios, obteniendo ganancias que alcanzaban los tres millones de pesos diarios.
Estos videos también fueron efectivos para identificar a cada uno de los integrantes de la estructura y ponerlos a disposición de la justicia, por los delitos de homicidio agravado, concierto para delinquir con fines de microtráfico y porte de armas de fuego. Un juez, los cobijó con medida de aseguramiento.