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La Corte Constitucional, en términos de justicia constitucional, les pone nombre a los “nadies”, les reconoce derechos a los “nadies” y hace historia con los nadies.

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En esta frase sencilla pero cargada de sentimiento, el Magistrado Alberto Rojas Ríos sintetizó la dimensión humana y social del trabajo de la jurisdicción constitucional en Colombia en su emocionada intervención ante los altos estamentos del departamento de Risaralda que el pasado 28 de septiembre le rindieron un cálido homenaje por sus ejecutorias como magistrado de ese alto tribunal.

Al resaltar el carácter independiente que siempre ha tenido la Corte Constitucional, dijo el magistrado Rojas Ríos: “Mi ideología corresponde a la de un liberal clásico por convicción y por formación. Pero permítanme decirles, no obstante que tengo la íntima certeza de que en el ejercicio de sus funciones un magistrado, en general, y de la Corte Constitucional, en particular, no debe ser ni liberal, ni conservador.” .

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Al finalizar su intervención, recordó el hermoso pensamiento de Albert Camus: “Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo hará. Pero su tarea acaso sea más grande: consiste en impedir que el mundo se deshaga”.

HOJA DE VIDA.

Alberto Rojas Ríos, hace parte de la que suele llamarse ahora la generación de oro, nacida entre 1950 y 1960. Una generación fundada en el amor y un poco de ingenuidad asociada a la poesía y a la música.

Tanto su infancia como su juventud transcurrieron en Pereira. Como bachiller del Instituto Técnico Superior de Pereira, asumió su formación matemática durante siete años, que consolidó en su espíritu y en su corazón su sentido común y la claridad de su instinto. Al terminar su bachillerato tomó distancia de su prospecto como ingeniero, e inició su formación como Abogado en la Universidad Externado de Colombia, cuna del Radicalismo Liberal, cuyas ideas quedaron en la memoria de los colombianos con la Constitución de 1863, una Constitución para ángeles, se dijo alguna vez. Esa fue la simiente de su espíritu profundamente liberal.

Vino luego su larga vinculación a la academia: Más de 20 años en su casa de estudios, de la que es profesor titular; 9 años en la Universidad de los Andes; 5 años en la Universidad del Rosario. Por su corazón han pasado más de treinta y cinco (35) promociones de abogados, que contribuyen con devoción al desempeño democrático de nuestras instituciones. Ya en el atardecer de su largo periplo profesional, preparándose para viabilizar su acceso a la magistratura, se hizo maestro en Derechos Humanos, Democracia y Justicia Internacional, en el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de Valencia en el mediterráneo Español, noble cuna del Cid Campeador. Hoy es candidato a doctor de la misma Universidad. Para entonces ya tenía estudios especializados en Garantías Constitucionales, Derecho Procesal y Derecho Administrativo.

En el entretanto fue Procurador Delegado para Asuntos Civiles ante la Corte Suprema de Justicia, y circunstancialmente encargado como Procurador y Viceprocurador General de la Nación, bajo el ejercicio ministerial del doctor Edgardo Maya Villazón. Desde allí se consagró a la defensa y protección de grupos vulnerables, a los cuales rodeó de garantías en condiciones de dignidad, igualdad, seguridad y respeto. Luchó contra la corrupción, y en tal sentido lideró la recuperación de 7.770 bienes de uso público en poder de particulares, eludiendo amenazas contra su vida y la de su familia.

Ya en el año 2000 fue postulado, por primera vez, por la Honorable Corte Suprema de Justicia como candidato a magistrado de la Corte Constitucional. Perdió por pocos votos en el Senado de la República. Hubiera podido ser Contralor General de la República en el año 2010, postulado por aclamación por la Honorable Corte Constitucional, Corporación que ya le había otorgado la dignidad de Conjuez. Los astros no se alinearon a su favor en esta oportunidad. En el año 2013 fue postulado por el Honorable Consejo de Estado y luego elegido por el Senado de la República magistrado de nuestra Corte Constitucional.

En esta Corporación, sus ponencias han sido el trasunto de sus convicciones: defensa de la autonomía territorial, protección de minorías en su gran diversidad, respeto a la libertad de conciencia, respeto a la plena libertad religiosa, respeto a la dignidad humana en todas sus expresiones y al libre desarrollo de la personalidad. Su ponencia sobre matrimonio de parejas del mismo sexo fue acogida por sus colegas magistrados y se convirtió en sentencia, que llevó a muchos colombianos la posibilidad de vivir como quieran, vivir con dignidad y sin humillaciones.

Ha sido notable su actitud en defensa de sujetos de especial protección constitucional, defensa de los derechos de la mujer y del supremo interés social en los niños. Protección del medio ambiente como realización de la Constitución ecológica y ha promovido la equidad y la solidaridad como paradigma de la Constitución. Y hasta ahí ya su tarea. Le falta aún poco menos de la mitad de su período constitucional.