Por: Luis Eduardo Forero Medina
Desde hace 30 años se viene promoviendo a nivel mundial una cultura sobre la reducción de desastres naturales, posteriormente variado por la gestión del riesgo del desastre (prevención, mitigación y preparación), para identificar y reducir sus causas,
dominar sus consecuencias negativas, y cómo enfrentarlas, y saber qué hacer antes de; mudando de esta manera de “de un pensamiento únicamente basado en una reacción post-desastre hacia una acción preventiva del desastre”, que aunque son inevitables, sus daños pueden minimizarse, indica las Naciones Unidas.
A nivel global ha regido en la materia el Marco Internacional de Acción del Decenio Internacional para la Reducción de Desastres Naturales de 1989; el Marco de Acción de Hyogo 2005-2015, respaldado por 168 Estados, y el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015 – 2030, que contiene cuatro prioridades de acción, siete metas globales y 38 indicadores para medir el progreso en la reducción de las pérdidas por desastres. Las siete metas tienen que ver con reducir considerablemente por desastres para 2030, la mortalidad mundial, el número de personas afectadas, las pérdidas económicas, los daños a instalaciones de salud y educativas; incrementar el número de países con estrategias de reducción del riesgo de desastres a nivel nacional y local para 2020; y que dispongan para ese año de los suficientes sistemas de alerta temprana, para crear sociedades riesgo-resilientes. La última meta es mejorar la cooperación internacional. El Banco Mundial (BM) advierte que, si los países actúan de manera decidida, se pueden salvar vidas y bienes. De acuerdo a ese organismo, los desastres naturales generarían pérdidas por USD 314 000 millones al año en las ciudades de todo el mundo, debido a la falta de inversiones urbanas para mejorar la capacidad de adaptación. Si los gobiernos corrigieran las edificaciones informales con ingeniería resistente a los terremotos, se podrían evitar víctimas en el futuro a nivel mundial, teniendo en cuenta que más del 90% de la población vive en regiones propensas a terremotos.
El Marco de Sendai es un documento con lenguaje entendible, fácilmente accesible, “conciso, específico, preparado con visión de futuro y orientado a la acción”; dirigido a toda persona, porque nadie es inmune a ser víctima de una catástrofe natural; es aplicable a todo tipo de riesgos de desastres: pequeños y a gran escala, frecuentes y poco frecuentes, súbitos y de evolución lenta, causados por amenazas naturales o humanas; y amenazas y riesgos ambientales, tecnológicos y biológicos. Sendai busca prevenir la aparición de nuevos riesgos de desastre y reducir los existentes mediante medidas de todo tipo (ambiental, cultural, económica, educacional, institucional, jurídica, política y social); sin embargo, diversos países continúan sin incluirlo en su ordenamiento jurídico. Colombia fue uno de los primeros países del mundo en seguir los indicadores del Marco de Sendai; en 2012 adoptó la Política Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres y estableció el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres. La UNESCO considera la reducción del riesgo de desastres como el medio más rentable para mitigar los efectos de desastres y salvar vidas, patrimonio e infraestructuras. Algunos ejemplos en América Latina de gestión del riesgo de desastres son, contra las inundaciones, construir muros; para la sequía, almacenar agua previamente; durante el calor extremo o temperaturas frías, proporcionar refugio para animales y cultivos. Promover centros de salud seguros, Plan Familiar de Emergencias, Plan Escolar de Gestión del Riesgo, y un Simulacro Nacional de Respuesta a Emergencias, para que cada uno entienda la importancia de estar preparados.
En cuanto a las personas que más afectan los desastres naturales, la comunidad internacional ha reconocido la necesidad de hacer hincapié en la igualdad de género y los derechos de las mujeres en la reducción del riesgo de desastres; debido gran parte a que los desastres afectan de forma diferente a las mujeres, las niñas, los niños y los hombres. “Es necesario promover una adecuada participación activa de los niños, niñas y jóvenes en las acciones de preparación ante desastres, así como lograr transmitir a estos grupos la manera adecuada de actuar cuando ocurre una emergencia”, señaló la Organización Panamericana de la Salud (OPS). El rol del adulto mayor y su impacto en la gestión del riesgo de desastres para un desarrollo más sostenible, tiene que ver con experiencias personales en ese sentido y los aportes que por ese conducto llegan para ese efecto. La UNGRD (Unidad Regional de Gestión de Riesgos) resaltó el valor que tiene la experiencia y el conocimiento de este grupo poblacional en la forma como hoy comprendemos y gestionamos el riesgo de desastres en el país. La responsabilidad en materia de gestión del riesgo de desastres es del alcalde, a través del Consejo Municipal para la Gestión del Riesgo de Desastres CMGRD, que continuaría sin instalar en numerosos municipios colombianos. La UNESCO refiere que en materia de reducción del riesgo de desastre; debemos trabajar desde abajo hacia arriba. En todo caso, es mejor prevenir que lamentar.
La fase de preparación, prevención y mitigación es una de los tres pasos para la recuperación ante desastres, indica el BM; las otras dos son la fase de respuesta-provisión de servicios de emergencia y la fase de recuperación-restauración de servicios.
@luforero4