Por: Diego Calle Pérez. (1*)
Bitácora de cuarentena. Me corrigieron, mejor, pandemia mundial. Otro más, me dijo, aislamiento preventivo. Los primeros días, puente festivo, empacaron lo que más pudieron, salieron apenas el viernes a eso de las 5 de la tarde, se devolvieron y los esperaron como acechando la presa, otros más precavidos,
desde el jueves mercaron y compraron papel higiénico, pareciera fueran a envolverse como momia egipcia. Impartieron multas que se convirtieron en millonarios recaudos, los indisciplinados alcanzaron a llegar a fincas y la casa alquilada que tienen en el pueblo donde vive la tía, la prima, la otra, el otro, el amigo de la oficina.
En la noche del domingo 22 de marzo, cuando todos estaban esperando el lunes festivo, dijeron desde la Casa de Nariño, alargar cuarentena, comuníquese y cúmplase. Muchos solo tenían la ropa precisa y otros solo viajaban con el cepillo de dientes. Termina el mes y empezaba semana santa, muchos exclamaron: “parranda santa en casa”. La situación apenas estaba comenzando, la novedad, el asombro, la incertidumbre, la noticia que llegaba de Italia, de España, Ecuador, lo de China, se estaba calmando, todo el comentario era: “chinos en 10 días levantaron hospital”.
Días después, llegaba domingo de ramos y él santo Padre Francisco, desde la plaza de San Pedro, oraba por la salud de todos. Impresionante, la soledad de la plaza más visitada por creyentes y no creyentes. Los otros días pasaron, relativamente, diríamos, para no ser pesimistas, llevaderos, habían espacios de música, cine, noticias y conversar mientras otros jugaban cartas, domino y parques, algunos decían, nunca había estado tan contento con mis suegros. Muchos otros, cocinaron, hicieron ejercicios, grabaron videos, el whatsApp se llenaba con chistes y bromas, reclamos y esposas celosas vigilando hijas, hijos y esposo.
Llegaron las donatones, afloró, nuevamente esa solidaridad, que nos inculcará doña Nidia Quintero, Carlos Pinzón y Pacheco. Todos en su justa medida querían aportar su bolsa de arroz, panela y harina. Cada municipio está gestionando recursos y apoyos solidarios. Los escándalos no se dejaron esperar y hasta los atunes aumentaron el precio. Se prolonga el distanciamiento social, familias están sufriendo por múltiples situaciones, el capitolio nacional conoce e identifica, mientras tanto en cualquier municipio colombiano, están los perros callejeros, viviendo su mejor momento y cuidando el parque.